Somos Voces: el clóset de libros que no se esconde

Primero cruzaban el Océano Atlántico en una maleta. Uno, dos, tres libros escritos por lesbianas, por gays, que llegaban casi de contrabando, escondidos entre ropa y cachivaches, al Distrito Federal. Una vez allí, Bertha de la Maza los prestaba a amigos y conocidos, hasta que el interés fue tal que empezó a traer más y más textos y comenzó a venderlos. Corría el final de los años 90 y nacía lo que se conoció como Leslibros y que fue el germen de la librería Somos Voces, un oasis de las letras jotas en Zona Rosa, el barrio gay por excelencia de la urbe capitalina mexicana. Ahí, entre antros, bares, lugares de cruising, sex shops y comercio sexual, en el número 23 de la calle Niza.

La primera década del siglo XXI el proyecto de Bertha de la Maza siguió su rumbo online y pasándose el dato entre conocidos. Hasta que en 2009, el día 27 de agosto, abrieron físicamente la cafetería y librería que por entonces se llamó Voces en tinta. Un lugar de café en granos y comida al paso, mezclado con libros. De todo: filosofía, ficción, ciencias, y también literatura del colectivo de lesbianas, gays, bisexuales, trans, queers y más. El archifamoso acrónimo LGBTQ+.

Fue a ese espacio que Alberto Robles -el actual dueño de la librería- llegó en sus horas libres mientras trabajaba por ahí cerca. Porque un amigo le dijo: oye, ahí hay libros para ti, para nosotros. Entonces entró, vio, olió, y se enamoró del lugar. Casi no había día que no fuera. Incluso, una vez les dijo a quienes atendían: si un día quieres vender, asociarte, o lo que sea, acuérdense de mí, del Beto.

Hasta que uno de esos días llegó, en 2016, cuando el cielo de la ahora Ciudad de México se abría en lluvia, pasó a Voces en tinta. Y las dueñas anteriores dijeron que sí, que estaban interesadas en hacer un traspaso. En 60 días, y tras negociar asuntos terrenales, Voces en tinta cambiaba de dueño. Alberto sería el continuador de la obra.

Fachada de la antigua librería Voces en Tinta

En agosto de ese año, abrió su propia librería. “Me di cuenta que antes habían muchas actividades al interior de la librería, pero eran casi todas para mujeres lesbianas. Yo quise abrir eso, y tratar de incluir a todas las letras del colectivo”, dice hoy sentado en la punta de la mesa que está en el acceso de la librería y donde lo rodean los demás trabajadores del lugar: está Alejandro, que se encarga de las comunicaciones y de difundir cuanto evento hay, también están Emma y Arges, que trabajan en la librería y que en sus cabezas se almacenan decenas de referencias de libros; y por supuesto también está Kaleb, encargade del área de educación.

No solo tienen una cantidad inmensa y rica de títulos de narrativa, ensayos, filosofía y hasta religión, sino que adaptaron lo que era una bodega y la transformaron en un foro al final de su cafetería para que diversos grupos se reúnan, en paz y con seguridad, a charlar, debatir, a verse a los ojos y decirse: ¡hola, existo!

Y es que aunque la librería es una punta de lanza del proyecto, ellos se definen sin tapujos como una empresa diversificada para la diversidad. “Somos una empresa cultural integral. No dependemos de ningún lado, somos un espacio autosustentado. Un cambio de la política cultural se puede dar a través de la intervención cultural, no buscamos hacerlo de otra forma”, dice Kaleb.

Lo que han hecho -y perdone que aquí hable en primera persona quien escribe y viene del sur del continente- es increíble. No solo tienen una cantidad inmensa y rica de títulos de narrativa, ensayos, filosofía y hasta religión, sino que adaptaron lo que era una bodega y la transformaron en un foro al final de su cafetería para que diversos grupos se reúnan, en paz y con seguridad, a charlar, debatir, a verse a los ojos y decirse: ¡hola, existo! Ahí están por ejemplo Milk Sero Mas, un grupo que habla desde diversos ángulos cómo es vivir con VIH; o los grupos Opción Bisexual, Poliamor, El taller de los martes, coordinado por Archivos y Memorias Diversas; y más.

“Necesitamos socializar la cultura, y lo hacemos prestando un lugar que genere los espacios de conversación. Tratamos de incluir a todas las letras del largo acrónimo, porque no en todos los espacios se puede. En algunos lugares hay violencia endogámica en el mismo colectivo”, apunta Kaleb.

Cafetería en Somos Voces

Ahí donde nadie lo vio

Emma, formade en bibliotecología, explica que hay que comprender a la librería no como un negocio de compra y venta de libros, sino como una iniciativa privada que da solución a problemas públicos, que son ignorados precisamente por el Estado. “Al hallarse la comunidad LGBT sin necesidades bibliotecarias que pudieran solventar sus deseos de información, que son muy específicas, la misma comunidad se ha organizado y ha creado sus propios espacios, que son estas librerías”, cuenta.

La primera librería de gente rara como uno es de 1970 en Estados Unidos, la Oscar Wilde Memorial Bookshop. Y ahí comienza una red de librerías LGBT, no solo de libros, sino también a través de la difusión cultural y política, de información sobre salud para así derribar mitos estigmatizadores contra las personas.

Lo impactante es que a pesar de que hubo un boom de literatura gay en México en los 80, con nombres del peso de Luis Zapata, Jorge Arturo Ojeda, Raúl Rodríguez Cetina, José Joaquín Blanco, Kalar Sailendra, no había un espacio destinado a la exposición de libros en el entonces Distrito Federal. Para que «El Vampiro de la Colonia Roma» llegara a las librerías hubo un montón de presión, incluso una lucha con la Secretaría de Gobernación de la época, antes que lograra convertirse en uno de los libros más vendidos de la literatura mexicana, no solo de la gay.

Existen otros espacios en Latinoamérica, pero muy pequeños o que son cafeterías con un estand de libros de la comunidad. No hay un símil, según Emma, a Somos Voces. Está el antecedente de El Armario Abierto en México pero que se especializa en educación sexual y, aunque incluye lo LGBT, no está enfocado en literatura como este espacio.

Fachada de la librería Somos Voces

Según cuenta por su parte Arges, el desarrollo de las colecciones de libros es muy estricto porque hay mucho material que tiene la bandera de lo LGBTI pero son violentos y tienen mensajes de odio a la comunidad. Por lo mismo, han dado espacio a autores LGBT para que presenten sus libros aquí y se distribuyan como autopublicaciones porque en editoriales comunes no tienen esa chance. Por ahí han pasado Odette Alonso, Artemisa Téllez, Rosamaría Roffiel, Fernando Yacamán, Juan Jacobo Hernández.

“En la mayoría de las librerías comunes está lo LGBT en ciertas novelas, o en la parte de historia, pero acá tenemos historia LGBT en México, en península ibérica y también universal. Además tenemos sociología, psicología, literatura testimonial trans. Incluso religión y diversidad sexual”, apunta el librero.

Como si fuese una misión de espionaje constante, todo el equipo anda rastreando siempre qué se publicó en México y el mundo. “Yo empecé a seguir tiktokers, y ahí es donde está la información ahora para enterarme de las novedades. Lo menos que tenemos es información de parte de las editoriales. ¡La editorial produce los libros y no me los traen!”, se queja.

Actividades culturales en la librería Somos Voces

Quizá por desinterés, por desinformación, o por prejuicio por parte de las empresas, es que siempre priorizan a las cadenas de librerías y no a proyectos como Somos Voces. Pero ellos se rehúsan a rendirse. No lo van a hacer, le avisan a las editoriales. Antes, los libros LGBT estaban en la parte de atrás de la librería, después de la cafetería, casi como en un clóset. Adelante había material genérico, como sociología, filosofía, novela y la cafetería.

Pero fue en la pandemia, cuando estuvo el espacio cerrado, y donde los libros que pedía la gente por redes sociales eran libros LGBT, que concluyeron que esa era el alma de Somos Voces. Y ahí se cambió el foco, se quitaron materias como esoterismo, gastronomía y fue cuando quisieron apostarle por lo que no tiene nadie más y que la gente de nuestra comunidad necesita: leer y leerse.

Fiesta, que la vida es corta

De lo que viene en adelante, cuenta Alejandro, es fomentar más grupos de personas que se reúnan a conversar. Y también a pasarlo bien.

Presentación de libros en Somos Voces

“Estamos creando espacios de entretenimiento para la gente de la diversidad. Si no quieres estar en un bar donde hay mucha gente, un buen de ruido, donde no puedes platicar y te encuentras con cosas desagradables, estamos adaptando el espacio y hacemos fiestas temáticas, por ejemplo, solo para comunidad gay y le ponemos Tarde de señoras; en el caso de la comunidad lésbica, El despapaye, y en el caso de la comunidad trans y no binaria, El despepite. Y también, Las noches arcoíris para toda la diversidad”.

Pero además este año están reforzando el área de educación, que ofrece talleres sobre diversidad a organizaciones públicas y privadas y que lidera Kaleb. Quieren cambiar el mundo, aunque sea con pasitos acotados.

Mientras cuentan todo esto en casi una hora de conversación, en Somos Voces pasan decenas de cosas. Una señora habla en inglés con Emma sobre datos de libros, un artista entra promocionando su próxima fiesta, por fuera la gente se detiene a mirar la bandera del arcoíris y los libros en venta, y suena Madonna de fondo. En unos minutos más comienza el taller de cuento dirigido por Artemisa Téllez, y así, la actividad frenética nunca se detiene.

  • Somos Voces | Instagram
  • Foto de cabecera: Interior de la librería mexicana Somos Voces

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