Casi una semana ha transcurrido desde que se detonó la bomba de fenómeno mediático. La canción de Shakira en colaboración con Bizarrap en su sesión volumen 53 no solamente rompió récords de reproducciones en poco tiempo, sino que ha suscitado una serie de debates que rebasan los límites de la música.
Discusiones en el terreno de la psicología, la sociología, la legalidad, la cultura, la familia y, claro, el arte. Que si los niños, que si la terapia, que si sigue ardida, que si fue poco feminista, que si es marketing, un vasto etcétera para una melodía de tres minutos. Hasta una demanda de plagio han mencionado aquellos que no conocen ni el origen de lo que producen. Argumentos más, argumentos menos, lo único cierto es que hay una maquinaria comercial y estratégica detrás de la canción.
Lo que me parece totalmente fuera de lugar de parte del público es el decir que Shakira no debió lanzar un sencillo usando de base su historia personal (conocida por todos), disculpen, pero ¿de qué creen que se hacen las canciones?
La materia del arte es de lo que están compuestas las emociones. Lejos de toda técnica y meditación, el arte y la música, cuyas letras de canciones son lo más cercano a la poesía en la vida común, se forjan a nivel emocional. Un apagón al intelecto y que hable el rencor, el deseo, la tristeza, el amor, la venganza.
Hay más verdad en unas cuantas líneas dichas de manera vulgar que en todo un discurso sobre la salud mental y las letanías de los que presumen ir a terapia. Que vamos, la terapia ayuda, pero es un terreno aparte. Uno no va a terapia para dejar de crear. Hay algo de terapéutico en el arte mismo. En la escritura. La conexión entre nosotros y la música u otro documento del espíritu es un vínculo de intimidad tan poderoso en donde nos permitimos llorar, reír, odiar, recordar, a veces con arrojo, aquellas pasiones del pasado. La purga. El cerebro se apaga y las emociones nos invaden. Catarsis.
Fuera del espectáculo obvio que ha montado la cantante y su exmarido, negar este tipo de concepciones en la música es como pedirle a una película de terror que no asuste. Como pedirle a un escritor no hablar de tales temas; peor, decirle cómo sería la forma apropiada de contar sus historias. Poner parámetros de cómo deberíamos expresarnos cada vez que sentimos, amamos y aborrecemos ni siquiera es saludable. La música es pleno desborde. Trabajo emocional. Terreno aparte. Incluso un espacio seguro: uno no quema la casa del ex que le traicionó, en su lugar, escribe una carta, le dedica una canción mala, recurre a un poema. Olvida por escrito.
Shakira tiene derecho a seguir cantando lo que le plazca, si venganza es lo que quiere, qué más da, y si encima puede lucrar con ello, adelante. Lo fenomenal de esta disputa es que se ha resignificado el papel de la creación artística. No dudo que más temprano que tarde muchos corazones rotos empezarán a escribir.
Imagen de cabecera: YOUTUBE (SHAKIRA || BZRP Music Sessions #53)