Piernas y desastres

Luis Romani (México, 1994) se sumerge en el acervo literario homosexual para, en una retorcida vuelta de tuerca, deambular por temas clásicos de la narrativa gay con una innovadora pátina de modernidad capaz de ahondar en las grietas de la "literatura del yo" y mantener la mirada a la metaliteratura.

¿Cómo se llama ese cuento?

Le decíamos “la palabra impronunciable”.

Para niños.

Sí, pero solamente quería decirle que a eso me remitió su novela.

No me basé en eso, no lo conocía. La cuestión de los hermanos rivales es un tema universal y está en todas las literaturas. Hasta en la Biblia. Que te remita a otras historias es algo bueno, incluso a cuentos para niños.

¿No es poco original?

¿Qué?

Que se parezca mucha a otra historia.

Sí. Pero no. Porque es verdad lo que dices, ya todo está contado y todos contamos lo mismo, pero los escritores nos contaminamos de muchas ideas al mismo tiempo. Somos ladrones.

¿Aunque se noten las influencias?

Aunque se noten las influencias, Bobert. Robert.

Bobby está bien.

Nombre de gringo.

Como seudónimo funciona.

Parece nombre de actor porno.

Me lo dijeron una vez.

Con los libros así es, Bobby. Nos remiten a cosas. A las pinturas no se le notan los patrones ni los trazos y siguen siendo obras de arte ¿no?, bueno, algunas obras. Pero yo no le llamo influencia. No es influencia porque eso quita cierta autonomía a la hora de crear. Somos ladrones. Eso. Ladrones de aprendizajes. Deberíamos de serlo. Vampiros chupadores de aprendizajes.

Me gustan mucho sus cuentos de vampiros, por cierto.

Chupar anécdotas hasta sacar el veneno preciso y verterlo. ¿Qué vas a ordenar?

A mí ¿me puedes traer un capuchino deslactosado? Gracias.

Un americano.

Gracias.

Majo. ¿No?

¿El mesero? Pues sí. Está bien.

¿Está bien?

Tiene lo suyo. Digo, no es mi tipo.

¿No es tu tipo? No comprendo a los niñatos de ahora. ¿Me estás diciendo que no es tu tipo un joven majo que te echa miradas a cada rato?

No me echa miradas.

Ha sido ridículamente amable con nosotros desde que llegamos.

Hace su trabajo.

También te echa el ojo, ¿por qué no te gusta? ¿Porque es mesero?

No, eso tiene nada que ver.

¿Por el vitíligo?

Tampoco, ¿cómo se dio cuenta?

Lo miro todo. ¿Por qué no te gusta?

No es mi tipo y ya. Además, ya no sé cómo ligar. Se me pasó la época.

No sabes la cantidad de jóvenes que he escuchado decir esa tontería. Esta generación se siente vieja. ¿Cuántos años tienes? Naciste ayer.

Veinticuatro.

Yo más de sesenta. A tu edad ligar es muy fácil. Si alguien te gusta, le hablas. Si eres correspondido, te vas con él. Si no, buscas otro. Listo. Pero ahora los muchachos se excusan con “no es mi tipo”.

No es tan fácil, don Víctor.

Imagínate. Un día que tuviera tus veintitantos y tú mis más de sesenta, a ver. Ahí viene otra vez el mesero majo.

Gracias. Es todo por el momento.

Oiga, joven. Aquí, mi núbil colega le agradece su atento servicio.

Ya es todo. Muchas gracias.

¿Ves? No pasa nada si le hablas.

Lo va a incomodar.

Pues lo acomodas tú. Salud, o como se diga en un brindis de café.

Vamos a comenzar, si le parece.

Pensé que ya habíamos empezado.

Apenas voy a grabar. ¿Listo? Esta es la entrevista de Bobby McFarland. Va a ser escrito, lo digo como recordatorio para mí.

Dale, Dale.

Bueno, Víctor, este año se cumplen veinticinco años del lanzamiento de su primer libro “Piernas y desastres”. Considerada novela de culto y que está próxima a salir como película. ¿Cómo le cae esa noticia?

La espero con ansias. Se trata de un libro que se publicó en una época bastante cerrada. Un libro que habla de la relación entre dos hermanos, uno de ellos homosexual, algo inenarrable hace treinta años. Bueno, inconcebible públicamente.

A mí también me emociona mucho y me preocupa un poco, no por la parte de la sexualidad, lo que me inquieta es saber si van a tratarse abiertamente algunos de los temas tabú del libro, como el del incesto.

Debería. Es parte medular.

¿Tuvo oportunidad de leer guion?

No leí nada.

¿Por qué?

Me lo ofrecieron, pero hubiera sido doloroso despedazar la historia porque le tengo cierto afecto. Demoré años escribiéndolo. Imagínate. Comencé a escribirla a los veintidós, casi a tu edad, me obsesioné tanto con terminarla. Pero tardé muchísimo. Me perdí experiencias que los muchachos de mi edad estaban atravesando. La película es una cuenta pendiente con el libro.

Usted contó una vez.

Háblame de tú, por favor.

Una vez lo escuché decir que la historia la había sacado del periódico.

Sí. Había un anuncio en los clasificados, yo estaba leyendo en la noche. Era muchacho. El anuncio ofrecía a unas putas siamesas y podías tener sexo con las dos. Ni siquiera sé si era real. Pero en la otra página, al final del periódico, en la contraportada, estaba la nota de una muchacha que había muerto al dar a luz. Tenía dos novios y no supieron quién era el verdadero padre. Dos noticias combinadas de ese tipo me abrieron la mente a un mundo de posibilidades narrativas. Pero, escucha bien esto, eso fue lo que yo conté la primera vez que me lo preguntaron. La realidad es otra. Que vi esas dos notas es verdad. Pero la trama fue hecha partir de un secreto con un primo.

¿Un secreto familiar?

No, de un primo. Un secreto de un primo, cuyo nombre no voy a decir, pero está muerto. Una noche este primo llegó sudado a mi casa. Le pregunté que tenía, no me quería decir, pero como necesitaba mi ayuda… Me dijo que él y un amigo suyo habían tenido un trío con la novia del otro y ahora la chica había quedado preñada y no sabían quién era el padre. Ninguno de los tres quería tenerlo; estaban cooperándose para pagar el aborto, y eso era impensable en aquel entonces. Tenías que ir a un lugar clandestino. Mi primo era cocainómano así que estaba demasiado ansioso. Yo les di el dinero. De ahí vino la historia.

No se parece mucho a la trama del libro.

Las historias no vienen de anécdotas similares, son emociones las que replicas. Ese secreto fue una semilla puesta. Yo solamente la regué, o la oriné según como quieras verlo.

¿Supo después qué pasó con la pareja?

Háblame de tú, ya te dije. No, no supe. El chico era amigo de mi primo. Lo volví a ver, pero no le pregunté nada. Algo en su cara había cambiado. Tú ves los ojos de alguien de frente y sabes que te está mirando, pero hay veces, aunque lo tengas cara a cara que sus ojos están en otra parte. Esa mirada no va dirigida a ti. Te ven, pero realmente están mirando dentro de sí mismos, ¿comprendes?

Comprendo.

Bueno, esa es la mirada de un psicópata. ¿Te importa si fumo?

Adelante.

¿Quieres?

No, gracias.

Haces bien, es un hábito horrible.

Supe que el libro le causó problemas en aquel entonces.

Si un libro no causa problemas no es un buen libro. Siempre me ha gustado escandalizar con mis libros y eso ya debes saberlo.

Pero si de por sí ya era controversial, Víctor, ¿para qué más? ¿De dónde vino la manía de volver homosexual a uno de los protagonistas?

¿La manía? ¿Fue manía hacerlo homosexual?

La decisión, mejor dicho. La decisión de hacerlo así. ¿De dónde vino?

De entrada, yo no me considero homosexual, si es lo que quieres preguntar. No soy marica, digo, ¿cómo va a ser marica un hombre que se ha acostado con más de mil muchachos? ¿Entiendes? lo digo ahora sin nada que agregar, hace años tampoco lo oculté y eso trajo problemas. Los escritores que se decían ser homosexuales en ese entonces, como Manuel Puig o Reinaldo Arenas, o Fernando Molano, y luego Severo Sarduy…

Grandes escritores de nuestro idioma.

Todos muertos de sida, Bobby. Todos. Como miles. Y todos escribieron sobre ellos mismos. Como miles. Qué manía de los maricas hablar siempre de sí mismos; sufrimiento. Eran buenos escritores, por supuesto, pero trágicos, al fin y al cabo. Condescendientes. Yo no quería morir desde los libros. Era mucho más joven y creo que esa poca exposición a la vida marica me salvó. Literal y metafóricamente, la literatura me salvó. Me miras raro ¿ya te incomodé?

No, no, sólo estoy pensando en lo que dijo. Creo que es un punto válido.

No tienes que validar mi punto, niño. Es mi respuesta, tú no estás haciendo nada malo. Lo que yo diga, no es lo que tú piensas. Ya aprenderás que lo que diga el entrevistado no tiene que ser consecuente con tus creencias. Y mejor que no lo sean o harías entrevistas muy aburridas. Salud con café.

Salud.

Lo que sí conté una vez, Bobby, fue lo de las putas siamesas. Curiosamente mi primo no se acordaba de eso.

¿Se arrepiente ahora? ¿Se arrepiente de no haber vivido toda esa exposición a una vida abierta como los otros hombres de aquella época? De perder experiencias que los hombres de su generación tuvieron.

Mmh. ¿Arrepentido? Al principio. Bueno, no. Ahora que lo pienso, no. Arrepentido no. Nunca. Al contrario. El mundo sigue igual de injusto, y agradezco haberlo conocido más años. Por eso te decía que es fantástico tener tu edad. Eso te lo envidio. Cuando yo era adolescente me gustaban los hombres maduros. Curioso, porque ahora soy un hombre demasiado maduro, por no tirarme viejo, y ningún jovencito voltea a verme.

Usted, tú, perdón, es de los que… ¿Les gustan las pieles más jóvenes?

¿La piel? Ja. Depende. Los jóvenes son hermosos. Es una máxima. Me parecen atractivos, pero los jóvenes de ahora son demasiado… mujeres, ¿entiendes? ¿Te volví a escandalizar? No te espantes, el que está diciendo barbaridades soy yo. Mira, Bobby, los jóvenes hoy día son poco duros. Débiles es la palabra. Claro que son más limpios que antes y se cortan el pelo y se depilan y se perfuman y van al gimnasio y se ponen cuanta cosa en la cara, pero lloran si no les dan lo que quieren. Han perdido las agallas y eso particularmente no me atrae nada. Tú dime cómo vamos. ¿Estoy desviando el tema?

No, no, está bien. No tenemos que hablar a fuerzas del libro. Me gusta lo que menciona porque me identifico. No en todo, pero sí en lo que dijo antes sobre sacrificar algunas épocas por ocuparse de otras cosas. Una vez, si me permite contarle, me obsesioné mucho con una tarea. En la facultad nos habían encargado buscar el origen de nuestro nombre y lo que tenía que ver con nuestras familias, entonces todos mis compañeros pusieron que los habían nombrado de tal forma porque a sus papás se les metió el capricho de ponerles igual que a sus abuelos.

Qué falta de imaginación. Poca cultura tienen muchos países todavía. No hay nada peor que ponerle un nombre gastado a un hijo. Mi nombre proviene de un libro.

El mío también. El mío me lo dio su libro.

No hay ningún Bobby en Piernas y desastres, niñato mentiroso.

Sí hay; o sea, el hijo nonato que iban a tener Petrikowski y Leona se llamaba Roby. Mi tía era fan de usted y convenció a mi mamá de ponerme Roby, pero a ella le sonaba raro y corto y decía que era un nombre de cachorro, por eso eligió mejor Robert.

De origen germano, me parece.

Sí, quiere decir algo con el brillo. El punto es que yo desaproveché, o invertí, mejor dicho, invertí varias noches de diversión juvenil por buscar ese origen e ir más allá de la simple decisión de mi madre. El origen lo encontré en un libro porno. De hecho, nací cuando su libro nació. ¿Se imagina que yo de verdad fuera el hijo que abortó la pareja del trío con su primo? ¿Recuerda como murió su primo?

Atropellado.

Al salir de un restaurante.

¿Cómo sabes?

Le dije que hice mi tarea de investigación.

Mmh. Pero tú no podrías ser el bebé porque los años no cuadran.

O no le dije mi edad real.

También podría ser eso. Tendrías que tener como veintisiete. Te ves más joven.

Me lo han dicho.

Mira, hay un punto en la narrativa que no puede sostenerse y recurres al Deus ex machina.

No sé qué es eso.

El Deus ex machina significa por obra de Dios. No literalmente, pero eso quiere decir. Las casualidades suceden por la mano de Dios y el escritor juega a ser Dios. Si tú eres el bebé que no nació, pero sí nació, ¿por qué culparías a mi primo por hacer un trío con tus padres?

Pues… porque su primo estaba enamorado de mi madre y la drogó. Los drogó a los dos para abusar de ella, y de paso, violó a mi padre. Por odio.

¿Y tu padre por qué no hizo nada?

Quedó traumado y se mató. Mi madre decidió olvidar.

Deus ex machina, nuevamente. Soluciones fáciles.

Pero eso hipotéticamente podría ser lo que en verdad ocurrió. No es una cosa tan descabellada. A veces la vida es así de incoherente.

Pero estamos hablando de ficción, Bobby. Dejas muchos recovecos. ¿Yo que tengo que ver?

Es cómplice por no denunciar el abuso. Pero eso no es tan grave como el hecho de que haya escrito un libro basado en un crimen del que fue parte fundamental.

Pero nadie sabía el origen de la verdadera inspiración.

Supongamos que mi padre me lo dijo antes de morir. Su apellido es conocido y coordinando las fechas de publicación, podemos ubicar que la novela fue influenciada por el crimen; incluso, la novela serviría como evidencia de su involucramiento, Víctor.

Subjetividad tras otra. Ya no eres periodista. Eres escritor.

Soy un estudiante.

Estudiante, ¿qué más le agregarías a ese intento de secuela?

Un castigo. El hijo que sobrevivió ahora decide vengarse de usted.

Tópico bastante choteado. Llámale al mesero guapo. Tendrás material para un libro o si no, más papel higiénico. ¡Joven! otro americano, por favor, y al niño…

Yo estoy bien. ¿Me puedes traer una rebanada de pastel de chocolate, por favor?

Pareces cachorro en cumpleaños.

Gracias.

Mucha azúcar.

Después la quemo.

Si yo como eso, me muero.

Por eso no te voy a invitar. Va otra pregunta sobre los actores para la adaptación.

No, no, no sé ni quienes son ni qué hicieron. Sigamos hablando de tu futuro libro, a ver si ya se te agotaron las ideas.

Todavía tengo un par. ¿En qué me quedé?

Estabas apostando formas de vengarte de mí.

Entonces el hijo que sobrevivió en la ficción, que está inspirada en el bebé que sí nació y que soy yo al crecer, lo busca a usted.

A estas alturas debes de pasar del concepto a la acción. ¿Cuál es la venganza?

Debe ser algo más elaborado y más poético que sólo matarlo. No puede haber tantas muertes en una historia o pierde impacto.

¿Quién dice eso? Gracias, joven.

Gracias.

¿Ves? El mesero majo te sigue mirando. Esa sonrisita la conozco.

Su trabajo es dar buen servicio.

La mirada cómplice. Algo dice. La seducción es el dialecto más raro y más claro. Podrías estar platicando con él en lugar de entrevistarme.

Él no es Víctor Sanjuana Goretti.

Nadie es Víctor Sanjuana Goretti.

Justo eso. Necesito una venganza propia para un escritor así. Algo que destruya su reputación.

¿Los escritores tenemos reputación? Creo que un escritor no debe tener ninguna.

No destruirla. Amenazar con destruirla. Una amenaza permanente. Incertidumbre total. Que te quite el sueño y te mantenga con el temor a que yo abra la boca. Todo lo que construiste tantos años se viene abajo. Esa es la reputación. Ahora, con la llegada de la película, temes que suceda y que un evento rimbombante de celebración se vea nublado por un escándalo.

Rimbombante, escándalo, reputación, estás usando términos de la publicidad. Pasaste de ser escritor a un guionista del noticiero.

De eso se trata la historia: de yo consiguiendo, extrayendo, mejor dicho, un secreto suyo. Por eso me ha llevado tiempo.

De intentando extraer un secreto, dirás.

Esta es la primera escena.

No se consiguen los secretos en entrevistas. Menos al aire libre. Mucho menos con un estudiante. ¿Qué tal el pastel?

¿Quiere probar?

Nunca me gustó el chocolate.

Es mi gusto culposo. La entrevista es sólo un pretexto para conocerlo. Hablamos de cosas irrelevantes. Una entrevista genérica, pero es un pretexto para generar el encuentro. Para vernos cara a cara.

Echarme en cara toda tu venganza.

No. Yo lo seduzco. Lo intento seducir. Intuyo que le atraigo, sí, lo intuyo y ahora lo confirmo. De otra manera no habría razón para que aceptara una entrevista con un estudiante. No hay motivo por el que aceptara verme personalmente más el hecho de que le gusto.

Me gusta platicar con jóvenes. Conocer su mente, aunque sea inútil.

Entonces sí puedo seducirlo.

Podrías. Pero ni enamorándome te contaría un secreto en la primera cita.

No necesito un secreto. Lo que busco es material visual.

Ahhh, un paparazzi. Que nos vean platicar no espanta a nadie. Podría ser noticia un día, pero difícilmente arruinaría mi reputación. Hombres más cínicos lo han intentado. Me vale con quién me vean.

Con eso prácticamente aceptó que sí le gusto. Entonces puedo seguir seduciéndolo, incluso fuera del café. Después de ofrecerle tiernamente un pedazo de mi pastel de chocolate, mi pie, bajo la mesa, hace roce con el suyo. Así. Justo así. Usted lo corresponde e iniciamos el juego de acercarnos. Usted.

Tú.

Tú entiendes la invitación. La oferta. ¿Rechazarías una oferta así? ¿Cuánto tiempo tiene que no follas?

Ja. Esa es una pregunta demasiado off the record.

Perdón. Mejor apago la grabadora.

No, no, deja, no me espanta. Que tu ética en formación lo resuelva después.

Okey. Entonces, los dos ya una vez expresada la atracción mutua, salimos de la cafetería y vamos al primer motel que encontremos.

Prefiero un hotel de verdad. Ya no estoy para lugarcitos.

Claro, tú eres el pudiente. Llegamos al hotel, pedimos habitación, paso por ser tu nieto.

Un sobrino.

Luego subimos por el ascensor. Es una habitación linda, normal.

Mejor una suite.

En el último piso, con balcón abierto. La cama enorme. Ahí me besa.

Mmh.

Me besa apasionadamente porque empieza a estar loco por mí. Me huele.

¿A qué hueles?

Tú dime.

Loción de geranio. Colonia de palma. Un poco de sudor y una nota de chocolate.

Y usted huele a café. Jabón. Cigarro y libro nuevo. Luego nos besamos, con furia, con devoción. Me saca la ropa toda. Me deja desnudo y casi no quiere tocarme porque me está admirando. Porque soy tuyo, porque parezco dispuesto y para hacerlo más creativo usted,

Tú.

Tú piensas en tu personaje.

No te pareces a él.

Yo no. Usted se piensa a sí mismo como Petrikowski. Se proyecta en él y en su sicario, cuando lo ve en la laguna, hipnotizado por la droga. Cuando lo toma bajo la regadera y se lo folla.

¿Tú me vas a follar?

Si eso es lo que quieres para cumplir la fantasía de ser tu personaje, podría.

Olvidas los detalles.

¿Cuáles?

La imaginación no tiene límites, pero necesita congruencias. Yo no he follado en mucho tiempo. Sería no tan pragmático de mi parte, para decirlo con elegancia.

Bueno, usted me folla a mí. Yo me recuesto en la cama, abro las piernas y te pido que me folles ahí. Solo y completo para ti. Quién sabe cuándo se repita. No solo quieres tomarme, sino que necesitas hacerlo. Traes un montón de ganas acumuladas después de tantísimos años de abstinencia. Y de repente ves como mi miembro erecto y mis testículos abundantes y velludos.

Lampiño. Prefiero sin vello.

Okey. Casualmente, ese día antes me había depilado entero.

Aún con toda esa ambrosía en frente, no podría hacerlo.

¿No quieres follarme? ¿Demasiado irreal?

Por supuesto que me encantaría follarte, Bobby. Y lo digo fuera de la ficción y off the record. Casi has logrado ponerme, pero ahora se vuelve un poco… Bueno, mi caso es diferente. No podría, aunque quisiera, ¿entiendes? No lo lograría.

Okey, retrocedamos un poco. En el restaurante hace esta confesión. Lo admite, aun así, tiene muchas ganas de estar conmigo. Así que yo lo resuelvo. Con el mesero guapo.

No te atreves ni a hablarle.

No tengo que hacer mucho porque yo a él le gusto.

¿Ahora eres el objeto más deseado de todos? Qué oportuno.

Sigue siendo justificado. La mano de Dios funciona para mí. Entonces estamos en el hotel nuevamente con el mesero guapo.

Un trío no cambia el hecho de que yo simplemente no puedo.

No es un trío. El mesero guapo no tiene identidad, es un cuerpo, no tiene rostro, es un ser anónimo. Tu parte física. ¿Lo entiendes? Como un cyborg manipulable. Él me va a follar, pero tú le dirás cómo. Te proyectarás en él. El mesero cyborg me besa los labios.

No, esos son míos.

Me besa el cuello. Me lame el pecho y con sus manos, que son tuyas, me acaricia.

Te mete un par de dedos.

Lo hace.

Te penetra delicadamente.

Lo tengo adentro.

Se mueve con la cadera hacia atrás y luego arroja todo hacia adelante.

Jadeo.

Te empieza a follar.

Entonces grito.

Él te tapa la boca. Te separa las piernas para poder penetrarte a profundidad.

Tú lo haces. Te levantas del sillón porque te has contagiado de nuestras ganas. Y tú me abres las piernas para que él me invada. Y se te ha puesto dura. Y te la sacas. Comienzas a tocarte mientras ves como nosotros follamos para ti, y le dices a él que siga, lo sujetas de la nuca, le jalas el pelo y lo regañas porque no sabe cómo hacerlo bien.

Los dos son inexpertos.

Tú eres el maestro. Pero yo no quiero que me veas a los ojos, me da vergüenza que veas mi cara haciendo muecas porque me gusta y me duele y quiero deshacerme así.

No, eso lo hago yo. Mientras él te da, yo con mi mano tomo tu verga y la sacudo.

Doy un jadeo prolongado.

Has dejado mi mano pegajosa y los tres nos quedamos ahí. Quietos.

Viéndonos.

Mirándonos.

Viniéndonos, y yo todo eso lo he grabado.

No me he dado cuenta porque estoy, ¿embelesado? Con ustedes dos, porque son mis juguetes y lucen hermosos y delicados. Como un par de muchachitos.

Justo así…

Justo así.

¿Ese es el retrato que tiene de nosotros? ¿Tiernos y delicados como unos niños?

Lo sería.

Okey.

No. A ver. No.

¿No qué?

No. Apaga eso.

¿Qué pasó?

¡Apágalo!

Ya, ¿qué fue?

Te crees muy listo.

¿Qué pasó? No entiendo.

Puedes ahorrarte el papel de pendejo. Eres bastante astuto, pero a mí no.

No entiendo. ¿Qué pasó? Don Víctor, vamos a sentarnos

¡No!

¿Por qué? No entiendo

Pusiste palabras en mi boca. Pendejo de mierda.

Sólo hacíamos un cuento.

Por eso no hablo a tu generación. Les encanta destruir la vida de todos.

No se vaya.

Se acabó.

¿Pero por qué? ¿Por qué se acabó? ¿Le incomodó decir inconscientemente que tiene algo de pedófilo?

Conmigo no, niño. No todos los maricones viejos te van a perdonar por una follada.

¿Me está amenazando?

No aguantarías lo que yo. Guarda tu historia de escritorzuelo de mierda.

A usted le gustó.

Acabas de sepultar lo que todavía ni tenías de carrera. Pendejo que eres para pensar que esta tontería es un gran momento en tu puta vida, en menos de un mes trabajarás limpiando mierdas.

A lo mejor. Pero ni un mes ni dos son los que me interesan. En diez años usted probablemente esté muerto. Y yo estaré en mis mejores días. La cagó, don Víctor.

Ridículo. Como todos en tu país.

¡Gracias por la entrevista!

Diviértete escribiendo comerciales para Pepsi.

¡El café va por mi cuenta!

¡Que te den!

¡Tenga cuidado al salir! Acuérdese de que su primo también salió enojado de una cafetería…

Nada, nada. Todo bien. Colapsó. No, yo pago esta vez. Lástima que no te dejó propina. ¿Por qué te reías tanto? Compórtate que me desconcentras. Creyó que yo te gustaba. Ten. Acábate el pastel. Te veo en la casa, vete con cuidado. Le dices a mamá que voy a llegar más tarde.

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