«La vida feliz de mis jóvenes ricos» de Luis Antonio de Villena

Existe un lema que, según el oído de mi entonces adolescente, se atribuía haber sido dicho por James Dean: “Vive deprisa, muere joven y dejarás un hermoso cadáver”. La justificación del porqué la prensa la ponía en boca de la joven leyenda de Hollywood es bastante sensata. Él y sus automóviles a toda velocidad son el mito que personifica la frase.

La juventud y la tragedia son dos de los temas hermanados en la historia literaria. El ser joven se convierte en algo más grande que una época cuando el desenlace de la edad es cortado en la violencia de un final repentino. Allí es donde nos damos cuenta, o confirmamos, lo precioso que era ser jóvenes, y lo bueno (o no) que se aprovechó.

Recién he descubierto que la supuesta frase de James Dean circuló primero en los pasajes del surrealismo. Sería uno de los epígrafes perfectos que pudo haber tenido «La vida feliz de mis jóvenes ricos». No porque cumpla a cabalidad toda la sentencia, sino por el espíritu de rebeldía y vanidad que comparten. Lo trágico en la novela de Luis Antonio de Villena no es la muerte; es el tiempo, absoluto. El cocodrilo que lo devora todo. La única verdad entonces: envejecer.

Pero en esta suerte de novela lírica breve, los personajes no están preocupados por el paso de los años. Lo que importa es lo apasionante de las relaciones, los encuentros, las amistades, los cuerpos, los amoríos. La vida misma. En algún rincón del mediterráneo, durante la década de los setenta, hacia el final de la España gobernada por Franco, la juventud intelectual, deportiva, frívola y obsesionada por la belleza, casi “aristócrata”, se reúne para llevar a cabo bacanales de sofisticación. Los opioides y el champán fluyen a borbotón tanto en los falos de sus invitados como en las piscinas de agua rica.

Una orgía que parece moderna en los años de un pasado lleno de derroche y de deseo. Un deseo incorrupto, genuino, aun en el frenesí de su propia naturaleza oscura. Luis Antonio de Villena nos ofrece frescos, por momentos lujuriosos y otros melancólicos, del (quizás mal nombrado) amor libre. No trata solamente un relato de sexo en todas sus expresiones, con descaro y precisión homosexual. «La vida feliz de mis jóvenes ricos» es una odisea por el recuerdo, la poesía y los perfumes que salpican en cada beso. Un idilio de sensualidad y ostentación cayendo por las arenas del reloj.

Los protagonistas, a veces personajes o voces de la memoria del autor, son rebeldes, “no se sienten conformes con sus tan nobles familias ni con su vida, pero, a cierto no muy largo tiempo, son del todo incapaces de desobediencia. Su disidencia llega, tan sólo, hasta donde comienza su bienestar”.

Verdad es que el mundo (o submundo) retratado por el escritor obedece a los códigos o desventuras de un grupo de chicos perteneciente a una clase social acomodada; privilegiados los llamaríamos ahora. Pero también es verdadero que cuando se habla de arte, licor, coito y filosofía imposible ha sido separar los tópicos de la edad zagal de la primavera. Esta no es una obra crítica a los muchachos ventajosos, sino una eternidad contada a puro presente. En la juventud nuestra mirada transmuta todo su entorno a la grande belleza; todo es lujo cuando lo miramos desnudos tumbados en el suelo, cuando la frondosidad de las posesiones materiales coincide con la exaltación de un ejercicio libre del placer. Por más mínima que sea la caricia, la juventud hace que seamos inmensamente afortunados.

La escritura de Luis Antonio de Villena no para de provocar una felación intelectual así misma: “Hay quien sostiene que no es muy literario describir actos sexuales o sensoriales. Si se pregunta ¿por qué?, la respuesta suele ser invariable: porque, con muy escasa diferencia, son siempre los mismos. Algo puede haber de cierto, tanto como de manifiesta inexactitud. Lo dije. Depende algo de los individuos y mucho del que escribe… Es la escritura la que puede marcar y marca posibles y seguras distancias. Pero también es cierto que describir muchas veces un beso no es paladearlo. ¿Se puede describir ese paladeo? Opto en cualquier caso no ser prolijo. Pero un beso es la boca, aunque también (retirada raudamente la camisa) la axila doradamente vellosa que transpira un cuerpo limpio…”

«La vida feliz de mis jóvenes ricos» es un señuelo a la diversión de vivir deprisa; un derecho al ocio… Antes de dejar nuestras piezas repletas de hermosos y quizás tristes cadáveres.

LA VIDA FELIZ DE MIS JÓVENES RICOS de Luis Antonio de Villena. Editorial Universidad Veracruzana. Año: 2021. 193 páginas. ISBN: 978-607-502-908-5


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