La sirenita en Tinder

Federico Cendejas Corzo (México, 1989) compone un relato corto alrededor de una cita infructuosa planificada a través de una aplicación de ligue y sexo.

Qué imagen tan patética la mía: un treintón solitario llorando en la sala de cine mientras se proyecta una película infantil. Claro que el Rey Tritón se pasó al destruirle su colección a la sirenita, pobre de Ariel con la estatua de su príncipe, ahí, hecha mil pedazos. Así están también las estatuas de todos mis príncipes, convertidas en fragmentos inservibles y dolorosos en el fondo de mi propio lecho marino.

Vine al cine solo porque me dejaron plantado, como se oye y con todas sus letras, el rufián con el que quedé no se presentó, simplemente, sin avisar, sin disculparse y sin dar explicaciones. Desgraciado, ¿qué le costaba decirme que no y ya? Mira que hacerme ir hasta allá, tan lejos de mi casa para que saliera con sus patanerías, pinche estúpido. Claro que no me iba a regresar a mi cama para retorcerme, no lo necesito, ni a él ni a nadie.

Y es que, en los tiempos de las apps de citas, la búsqueda del amor se vuelve como una selva peligrosa llena de presas y cazadores, es el juego de matar o morir, la ley del más fuerte.

A ver, querido, voltea a la cámara, eso, sonríe, esa cara de enojado no te sienta bien, quítate los lentes oscuros y el cubrebocas, ¿te estás escondiendo de alguien?, vaya, vaya, te queda esa camisa, a ver, saluda, gracias, qué porte, qué carisma, coloca otras cuatro fotos diferentes, y nada de poner la imagen principal en blanco y negro, que se vean todos tus colores, muy bien, qué lindo.

Relájate, puedes saludarme, no muerdo, si no quieres. Me interesa conocerte, para eso le deslicé a la derecha. Si pones algo interesante de ti en tu biografía puedo sacar tema de conversación, ¿por qué me pides cosas sin saber quién soy?, ¿quién te da el derecho a regañarme de antemano? Háblame en positivo, detesto que pongas lo que no quieres en lugar de aprovechar para hablar de tu persona, no es necesaria tu insolencia, si no te gusta el perfil es muy fácil darle a la izquierda.

Ya sé, eres de esos varoniles discretos. No, mi amor, el clóset es un lugar muy pequeño y oscuro y yo no quepo ahí, bastante trabajo me costó quererme y mostrarle al mundo lo fabuloso que soy como para que vengas a darme lecciones de masculinidad.

Todo lo que hay que ver por aquí. Perfiles y perfiles, nombres que vienen y van en las profundidades de ese océano digital: Luis, Omar, Lupillo, Aarón, Emilio, Eduardo, Paul; jugar a la ruleta, a ver en dónde quedó la bolita; izquierda, izquierda, izquierda, derecha. No bueno, tal parece que otra vez no le atiné.

Edades, descripciones, oficios y profesiones; fotos en los más diversos y famosos monumentos del mundo, comiendo, en la cama, en la playa, leyendo o en calzones.

“Tengo 25 años, no 30, pero no sé cómo cambiarle el dato a la foto, soy libra con ascendente en capricornio, me gusta la moda y pasarla bien, como mucho. Busco algo enserio y agusto.” En serio y a gusto se escriben separado, con una chingada, ¿no fueron a la puta primaria o qué?

Ya, perdón, me exalté. Si tanto me molesta, no entiendo qué carajos hago ahí, bueno sí sé, o eso creo.

Lo peor o lo mejor de esta situación es que el tipo que me dejó plantado no tiene la culpa, la tengo yo por imbécil, por pensar que esta vez sería diferente, que ahora sí se abriría la puerta a una nueva oportunidad. Que mi ego hundido en esta búsqueda desmoralizante de eso que llamamos amor se restauraría un poquito, que mi largo camino rendiría frutos, por fin.

Creo que ser soñador es un defecto insalvable, imaginarme castillos hermosos en donde no hay nada es lo que tanto me hace daño. Ya me lo decía mi terapeuta la semana pasada, tengo que tener elementos que me anclen a la realidad, pero no, ahí voy yo con mi estupidez y mi cursilería.

Con el coraje ya ni me quiero acordar de su nombre, ¿Erick, José Carlos, Jorge, Rafael? Hijo de su puta madre, así se llama, tengo unas ganas enormes de sacarle los ojos al cabrón.

Pero no, no es bueno pensar así, me va a dar algo, mejor me calmo, yo no hice nada malo, el irresponsable fue él, fueron ellos, todos ellos, con sus nombres y sus fotos, sus calzones y sus monumentos. Pura falsedad.

Ya mejor le pongo atención a la pantalla y dejo de atormentarme mentalmente. Qué guapo está el príncipe, ay, ahí voy otra vez. Yo siempre he creído que Úrsula es lesbiana, como que mi radar se activa cuando sale en pantalla. Al final el rey comprenderá que a su hija le importa que la apruebe, qué duro es con ella, me da gusto que finalmente lo entienda y que le va a ayudar a cumplir su sueño de amor ideal.

Este cliché de niño joto amante de La Sirenita en todas sus versiones y que se esconde detrás de unas palomitas compradas con los puntos de la tarjeta de fidelidad del cine no está tan insoportable, ahora que lo pienso bien. Quiero disfrutar la experiencia, así como cuando tenía nueve años y no me importaba nada más, ya no quiero pensar, yo lo que más bien deseo es cantar las canciones que me sé de memoria: “sólo nadar no es original, yo quiero tener un par de piernas…”

Sí, estoy sonriendo y llorando al mismo tiempo como en el famoso poema del siglo XIX. Yo sé, siempre lo he sabido: las sirenas y los príncipes de los cuentos no existen, aunque yo solito intenté convencerme de lo contrario.

No me voy a levantar inmediatamente cuando acabe la película, esperaré a que prendan las luces y, mientras están los créditos, voy a borrar la maldita aplicación.

2 COMENTARIOS

  1. 👏🏼👏🏼👏🏼 excelente texto!! Muchas felicidades Federico!! Y no, tu personaje no es tonto, todo lo contrario, tristemente hay personas que no valoran, no SE valoran ni respetan a sí mismos, mucho menos a otros. Sigamos abiertos a que llegue la persona correcta, y en la búsqueda del amor, seguro habrá alguien inteligente que vea lo valiosos que somos !! A veces el amor nos encuentra sin buscarlo. Te deseo suerte 🍀 Y por favor sigue deleitándonos con tus textos

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