A veces (muchas), es el propio engranaje del sistema (los resortes del capitalismo tardío, la idiosincrasia del mercado editorial, las inercias por las que discurren las tendencias culturales) el que se encarga de etiquetar con alegría y alboroto a según qué escritoras o escritores como «autor(a) a contracorriente», «marginal» o (más divertido aún) «atemporal». Siempre provoca solaz ver cómo el márketing nos vende el malditismo como una cualidad irresistible y lo suficientemente potente para adquirir determinados libros. Pero otras veces (pocas) nos encontramos ante -en este caso- un gran escritor que no solo decide dar la espalda a las corrientes literarias de su tiempo y espantar cualquier cliché adherido al paisaje gay sino que le pone voz (atildada y sobria) a la amalgama de sensaciones que seguro (a no ser que vivas en un ático en los Campos Elíseos) se han instalado entre tu estómago y tu corazón viendo cómo sobrevives a la vida. Experimentando cómo tu ciudad se desdibuja entre alquileres imposibles y un ejército de franquicias asépticas. Y soltando un lastre emocional del que o te desprendes con tesón o te va a jalar sin piedad. Raúl Portero (Terrassa, 1982) escarba entre la urdimbre de precariedad que nos envuelve y alumbra novelas tan poderosas como «La canción pop» (Dos Bigotes, 2017). Un libro que puntea el desengaño y se abona a un patrón rítmico que, contra pronóstico: lo que narra no es una historia simpática ni cool, está más cerca del contagioso estallido liberador de un four-on-the-floor que de una línea de bajo melancólica.
Simón regresa de Londres, donde malvive como camarero «ascendido» a bartender, a Barcelona para enterrar a un amigo que acaba de suicidarse. Simón se reencontrará con su grupo de colegas con los que no ha perdido el contacto del todo pero con los que (como muchas personas de su edad) ha puesto kilómetros de distancia para intentar escapar de un amor que no acabó de cuajar y de una incertidumbre laboral a la que es imposible doblegar. En su caso, además, Simón había lamido temporalmente la ambrosía del éxito al componer un discazo que lo petó pero que no tuvo continuidad. Un álbum cuyas canciones trataban de supurar destellos emocionales pero ante las que Simón reconoce su limitación: «Soy incapaz de transmitir (en una canción) la intensidad que supone vivir. El desamor, la injusticia, incluso la felicidad, por efímera que sea. Todo será más intenso, mejor, en la vida real. Una canción es solo una canción». En la noche posterior al sepelio, pespuntada por varias drogas («me siento un personaje de Bret Easton Ellis»), una farra como las de antes y por las calles y la playa de una Barcelona que se diluye en su memoria, Simón acomete los diálogos pendientes con Acke/Axel -su atracción no consumada rezuma en las letras del músico- y con María, su amiga y compañera en el grupo de música.
En «La canción pop», Raúl Portero vuelve a confrontarnos con la dura pero sabia consideración que, como un moratón fastidioso, aparece tras un golpe vital desencarnado -un suicidio en este caso, un cáncer en su primera novela «La vida que soñamos» (Egales, 2008), un desencanto brutal con el gay way of life en «La piel gruesa» (Egales, 2009) o un cambio radical de ciudad en «Reykjavík Línea 11» (Egales, 2012)- y que no es otra que constatar que aunque las huidas están tatuadas en nuestra bitácora afectiva con un marchamo romántico y esperanzador, quizá nunca podamos escapar de lo que somos. Aunque nos hagan creer que sí. Aunque nos aseguren que la sensación de vacío acaba desapareciendo. Simón consigue anclarse al mundo cuando percibe que el principal obstáculo que tiene que afrontar es él mismo.
Primando el diálogo y las bifurcaciones sentimentales sobre las ráfagas de acción y la pirotecnia epatante, Raúl Portero se transmuta en John Cassavetes (1929-1989) y hace suyas las palabras con las que el director de cine norteamericano comenzaba sus conferencias y charlas y que eran el resumen perfecto de su arte: «Me gusta ver cómo la gente se engaña a sí misma, no cómo engañan a otros.». Himno generacional del desasosiego económico y laboral y melodía circular sobre la esperanza, «La canción pop» es ese estribillo pegadizo que nos hace ver que quizá el futuro sí que era (es) una mancha en la pared. Y que quizá no hay fotografía del Pirineo francés que lo tape. Ojalá pronto una nueva instantánea del autor barcelonés en forma de novela nos permita volver a contemplar su paisaje. Que es el nuestro.
LA CANCIÓN POP de Raúl Portero. Año de publicación: 2017. Editorial: Dos Bigotes. 128 páginas. ISBN: 978-84-946824-3-8
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Escucha la entrevista de Preciosos Bastardos a Raúl Portero: