Dani Umpi: “Todo lo veo como una obra”

En sus collages las letras bailan. En sus novelas las frases se balancean atentas a lo que escuchan a su alrededor. Y en su música los versos se enroscan a la cadera de un ritmo contagioso. Contra el desencanto, ahí está la creatividad de Daniel Umpiérez (Tacuarembó, 1974). O lo que es lo mismo, pero no, de Dani Umpi. Autor de una novela, ya icónica, "Miss Tacuarembó" que sigue atrapando casi 20 años después a nuevas generaciones de lectores y responsable del electropop más fascinante a ambos lados del Río Negro. Abrimos las puertas del cuarto oscuro al artista plástico, al escritor, al músico y al performer noruruguayo.

La capacidad creativa de Dani Umpi se ha expandido, desde la década de los noventa, por territorios que en principio permanecen estancos en el colectivo imaginario más reaccionario. Allá donde muchos ven jerarquías (la escritura por encima de las canciones, los collages por debajo de los libros), el artista uruguayo planta una maraña rizomática que aplicada a su arte reivindica lo horizontal y lo transversal y la atraviesa con una mirada queer que fisgonea el mundo a su alrededor.

Ese vaivén entre la literatura, la música, el arte plástico y las actuaciones performativas desprendió gotas de conflicto cuando el artista se vió condicionado durante mucho tiempo a tener que definirse. ¿Soy escritor? ¿Hago música y por tanto soy músico? ¿Dónde quedan mis obras plásticas? Afortunadamente, eso quedó atrás. El motor de inquietudes de Dani Umpi no dejó de funcionar y ahora, más libre y relajado, ya ha soltado el lastre de la definición. Inmerso en la presentación de su nuevo disco «Guazatumba» nos recibe en el invierno de Uruguay para charlar sobre literatura, música y la importancia de entusiasmarse.

¿Cómo surgió en ti el deseo de escribir?

Apareció en la adolescencia cuando estaba en el secundario, en el liceo, y empecé a tener clases de literatura. Ahí quedé fascinado. En mi casa había una biblioteca, un poco heredada de mi abuelo, y yo leía cosas totalmente random. Empecé a escribir y lo gracioso es que desde siempre tuve el afán y la intención de hacer una novela. No sé por qué. No sé con qué motivo. Realicé varios intentos y es una pena porque mucho de ese material lo tiré. Es algo que siempre me digo que no tengo que hacer y de repente me olvido. Y me vienen esas limpiezas de las que después me arrepiento. No sé si esos esbozos eran buenos pero sí tenían un poco de ese ejercicio de inventarme una novela, de fantasear con una estructura… Y todo eso sin saber.

¿Brotó, entonces, emparejado a la necesidad de encontrar tu identidad?

Sí, creo que sí. Pero en mi caso se da una circunstancia peculiar. Entre los otros escritores y artistas de mi generación, sobre todo de acá del Sur, estaba muy difundida la literatura del yo y yo hacía como una falsa literatura del yo. Siempre me inventaba un personaje que hablaba como en un monólogo interno, desarrollando un pensamiento que no tenía mucho que ver con lo que yo vivía sino más bien con lo que escuchaba. Porque aparte de la técnica que fui alcanzando con el tiempo o todo lo que fui tomando de otros escritores, esa dinámica de escuchar, de tomar apuntes y afilar el oído fue mi escuela. Mi escritura no es tanto una cosa de confesión sino más bien algo de lo que voy escuchando y voy poniendo y claro, resuena porque está a mi alrededor. Tiene que ver conmigo porque siempre son personajes que de alguna manera son Frankenstein de gente que está cerca y porque tiene elementos personales pero no siempre. Y sí, creo que fue una especie de salida del clóset porque es una literatura típica de los gays de los 90 y en ese sentido me doy cuenta de que formó parte de eso.

Dani Umpi Escritor
© Pablo Gómez Samela

Tus cuatro novelas, publicadas entre 2003 y 2012, están siendo reeditadas constantemente y leyéndolas hoy parecen (salvo, obviamente, en el uso de algunos aparatos tecnológicos) muy actuales. ¿Quizá por ese origen de plantar el oído para ver qué ocurre a tu alrededor?

Por momentos parecen muy actuales así que me imagino que tiene que ver con eso. Todavía no lo tengo muy analizado pero estoy convencido de que sí. Sin querer estar dentro de esa tradición de escuchar sí que la emparenté con la oralidad. Siempre anoté en libretas cosas que oigo, tengo mil documentos, veo un vídeo y anoto. Y todo se traduce a otros ámbitos porque también soy artista plástico y hago collages. Siempre recorto. Escucho una canción e inmediatamente la pongo en una playlist. A todas horas estoy clasificando. Es como una pulsión. No sé muy bien a qué se debe pero es mi material.

Has apuntado cómo tus vertientes artísticas son permeables. Dani Umpi es escritor, cantante, artista plástico… ¿En algún momento viviste como un conflicto el tener que definirte?

Sí, claro. Yo ahora estoy mucho más ligero. Y digo, soy artista. Pero mientras escribía y hacía mis obras plásticas o mis canciones siempre lo viví como un conflicto. Sentía que tenía que definirme por algo y por suerte no lo hice. Mis actividades artísticas de alguna manera cubrían todo mi tiempo real. Me parecía que era imposible abarcar tanto. Tenía como incrustado todo eso del que abarca mucho, poco aprieta. Me veía como muy confundido. Pensando con la imposibilidad de vivir con ninguna de esas facetas. Era todo muy incierto. Ahora, no es que esté todo más seguro pero estoy más grande y ya no me planteo esa necesidad de definirse.

«La etiqueta (literatura LGTBIQ+) es un corte, una curaduría, una manera de ver las cosas que la verdad a mí me ha ayudado un montón. Creo que si hay una legitimación de mi obra, ha venido por aquí. Si no fuese por esa visión pienso que mis novelas no se seguirían publicando ya que de alguna manera la puesta en valor de lo que yo hago ha venido por esa perspectiva.»

¿Dani Umpi es un alter ego de Daniel Umpiérez?

Sí. Ahora ya está todo más mezclado pero en un comienzo, y durante mucho tiempo, siempre consideré a Dani Umpi como otra persona aparte sobre todo a la hora de escribir canciones o subir a un escenario. Como una especie medio de drag, una cosa así como de personaje. Después fui apropiándome de ese nombre. Pero sí, Dani Umpi es un alter ego, un nickname, uno de esos nombres artísticos que se ponen los cantantes. Si no hubiese sido así y dado que soy bastante tímido no hubiese podido salir tan fresco. Ahora ya sí. Cuando canto a veces ni me monto ni nada. Ya ha pasado mucho tiempo pero al principio tenía que estar siempre en una construcción, en un personaje, en una performance. De hecho, mi formación es más del arte plástico no tanto del literario. Tengo todo ese rollo de artista contemporáneo: todo lo veo como una obra.

Entrevista con el artista, escritor y cantautor noruruguayo Dani Umpi
© Luciano Demarco

¿Y te genera alguna reticencia que tus libros, por ejemplo en las librerías, estén catalogados bajo la etiqueta de literatura LGTBIQ+?

Me parece que está bien porque de alguna manera lo son y la etiqueta es un corte, una curaduría, una manera de ver las cosas que la verdad a mí me ha ayudado un montón. Creo que si hay una legitimación de mi obra, ha venido por ahí. Si no fuese por esa visión pienso que mis novelas no se seguirían publicando ya que de alguna manera la puesta en valor de lo que yo hago ha venido por esa perspectiva. Lo creo sinceramente porque por más que he tenido premios en concursos, en los circuitos literarios nunca fueron rescatadas. Así que estoy agradecido al colectivo del que yo también formo parte.

Blatt & Ríos ha reeditado tus novelas «Miss Tacuarembó» y «Solo te quiero como amigo». La primera cuenta con una legión de admiradoras y admiradores (esta revista, por ejemplo) que la recomienda incesantemente. En la segunda, abordas bajo una apariencia ligera y con una honestidad brutal temas muy sensibles como la homofobia o el trampantojo del amor romántico. ¿A qué crees que se debe la fascinación por «Miss Tacuarembó»? ¿Te instalas conscientemente en la honradez cuando abordas la construcción de los personajes de tus novelas?

«Miss Tacuarembó» tiene una suerte de vida propia. Incluso ha tenido una versión cinematográfica. Siempre se vuelve a reeditar. Recién se va a publicar de nuevo en Argentina. Es como un libro que siempre sigue su camino. No sé a qué se debe. Con otras novelas ocurre de manera más intermitente pero con «Miss Tacuarembó» siempre se incorporan nuevos lectores. Es un atrape. Por ejemplo, en el Instagram siempre me etiquetan cuando la están leyendo. Tiene algo por lo que el personaje genera empatía y a la vez rechazo. Pero solo con determinados lectores, no con muchos, se logra esa empatía total. Cuando la empecé a esbozar estaba en el secundario en Tacuarembó y tendría unos 17 años. Es una novela muy de estructura. Tiene un esqueleto armado con mis esquemas: en tal capítulo pasa tal cosa, después pasa esto otro y esto se une con aquello. Fue una especie de juego y de diversión medio de estudiante. Después, en otras novelas, me largué más y no fui tan del esquema.

Y en cuanto a lo que comentas de la honradez, me acuerdo que Natalia (protagonista de «Miss Tacuarembó») tenía que decir algo horrible y yo pensaba: no, no puedo decir eso; después dije sí, sí, tiene que decirlo. Los personajes tienen que ser complejos y creo que eso forma parte de la honestidad como escritor. Mi madre a veces me dice que yo soy muy malo con los personajes. Creo que son honestos y los de «Solo te quiero como amigo» son un reflejo de una época. En esa novela el personaje se aleja bastante de mí porque es como un gay homofóbico, algo arquetípico, una manera de ser que continúa todavía hoy. Es un personaje muy peligroso porque lo puedes manijear, como dicen acá, y enseguida agarra para otro lado.

Otra novela mía, «Un poquito tarada», es muy de los 2000 y también tiene algo del momento. Todas las referencias a la cultura pop del período en el que se desenvuelven mis personajes siempre están presentes en mí porque es algo que admiro de los escritores que leí. Desde Puig hasta Easton Ellis o Douglas Coupland. De ahí que nombre las marcas, los cantantes, las canciones… que a veces se pierden si no tenés la referencia pero al final acaban hablando mucho del personaje.

Dani Umpi Artista Plástico
© Pablo Gómez Samela

¿Podremos leer pronto una nueva novela de Dani Umpi?

Es algo que me encantaría. Después de escribir «Un poquito tarada» tuve como una especie de pantano que creo que es bastante común entre los escritores porque me propuse una novela muy ambiciosa, muy distinta a lo que había hecho hasta entonces. Tenía fantasía, portales, estructuras raras, mil personajes… A medida que pasaba el tiempo tenía más y más ramificaciones. De ahí salieron algunos cuentos para revistas. Al final, todo ese material se tornó un banco de datos. Ahora que he terminado y lanzado mi disco nuevo («Guazatumba») es el típico momento en el que puedo observar todos estos escritos con ojos más bondadosos y decir :»¡ay! pero esto estaba buenísimo». Trato de entusiasmarme de vuelta con ese proyecto y a mi editor a Mariano (Mariano Blatt de Blatt & Ríos) le he mostrado un par de capítulos. Nunca le digo que pertenecen a la misma novela. Le digo que son comienzos de distintas novelas. Creo que para retomarla necesito separarme de tanta autoexigencia. Quiero terminarla porque tampoco puedo empezar otra. Es como un peso que está ahí: un gran mamotreto que pienso que puede estar bien. Capaz que todo tiene su momento. Y ahí está, va fermentando, está fermentando muy bien.

Disfraz de tigre
© Florencia HaNa Ciliberti

Te encuentras ahora presentando en directo «Guazatumba»

Sí. «Guazatumba» es mi cuarto disco de estudio en solitario. Tengo muchos más y muy variados: de remixes, de registros en vivo, recopilaciones con canciones que no quedaron en los discos, proyectos con piano… pero como disco, disco, éste es el cuarto. Tengo una visión un poco antigua y medio romántica de vincular cada disco con el número de la posición que ocupa en mi discografía. Es una visión pseudo-cabalística. Por eso este cuarto disco tiene una esencia más de contenedor, de algo estable. Surgió durante la cuarentena y todos fuimos haciéndolo a distancia por Zoom. Me lo lo tomé con calma, me dije que este disco tenia que ser así. Un disco más acogedor, distinto a los anteriores que eran un poco más peleadores. No es que sea totalmente conciliador pero tiene algo más de buena onda.

La buena onda que también se transmite en las colaboraciones porque casi en la mitad de canciones colaboras con otros artistas…

Sí. En este disco tenemos a Masoniería (el proyecto musical de Sònia Montoya de Papa Topo) que conocí en un recital en Madrid de Elsa de Alfonso. Tanto ella como los Papa Topo fueron encantadores. Ahí la invité a hacer la canción. Tiene una voz como de espía que queda perfecta en «Gente Loca». También tiene otras colaboraciones como la de Ellie Medeiros que es una gran referente para mí de la música uruguaya o la del argentino Joaquín Vitola de la banda Indios que tiene una voz divina. Y no quiero olvidarme de Faraonika que es una amiga y envuelve con su voz sensual el tema «Picarón».

En el primer single de «Guazatumba», «La mitad», señalas: «si el único estado seguro es estar desconectado / yo quiero estar a tu lado y estar desconectado» ¿Se deriva del disco un ansia de alejarse de lo virtual? ¿Cómo vives tu relación con las redes sociales?

Siempre me recalcan desde el sello discográfico o desde management que tengo que usar las redes sociales mejor. No me puedo quejar del número de seguidores pero creo que no las manejo muy bien. Anuncio las fechas de los conciertos y paso mucho tiempo en ellas pero me pierdo. Como usuario me paso mucho tiempo stalkeando a gente que me obsesiona. «La mitad» habla precisamente de estar perdido en el mundo virtual y de cómo buscar un espacio donde escapar de ello. El disco está muy atravesado por ese tipo de cosas de una manera casi metafísica. En «¿En qué andará mi novio?» nos situamos en un lado trascendental, como algo místico porque así se vuelven las personas cuando hablan de las cosas virtuales. Entiendo que es como una posibilidad de trascendencia, de ir a otro lado pero que está en una etapa muy precaria. Igual lo mejor sería estar desconectado y en un tiempo ver hacia dónde han derivado esas reflexiones sobre la inteligencia artificial, el metaverso… ∎

1 libro, 4 discos y 10 canciones: el disfraz de tigre de Dani Umpi

Máquina. Piedra. Planta. Animalito. Como en la canción de Hidrogenesse, Dani Umpi lo es todo. Hemos seleccionado una de sus novelas, sus cuatro discos en solitario y una playlist con los temas que más escuchamos en la redacción de Un Cuarto Oscuro para dar buena cuenta del alcance creativo y artístico del asteroide pop uruguayo.

«Sólo te quiero como amigo»

(Interzona Editora, 2006; Reed.:Blatt & Ríos, 2019)

¿Es inevitable pasar por el desengaño sentimental para armar un futuro más lindo a nivel emocional? ¿Es necesario vivir una temporada en el infierno (casi paralizado, sin saber decodificar las señales a tu alrededor) para darse cuenta de que el amor romántico es un concepto ya agrietado de entrada? ¿Cómo prepararse para el desencanto? Todas estas preguntas, y muchas más, surgen tras la lectura de «Solo te quiero como amigo», tercera novela de su autor tras la que bajo una apariencia sencilla -al narrador, un veinteañero de Montevideo, su novio Juanjo lo abandona por otro- se jalonan las constantes de la escritura de Dani Umpi.

En «Sólo te quiero como amigo» (la novela transita entre finales del siglo XX y principios del XXI) encontramos múltiples referencias al paisaje de la cultura popular del momento: de Mecano o Kylie Minogue a David LaChapelle pasando por los Critters a los que el protagonista apela cada vez que se siente sobrepasado. También, una simbología fluida y natural (la invasión/plaga de tordos, unas aves que ponen sus huevos en nidos ajenos para que las crías se alimenten de lo que les proporciona la propietaria del nido expoliado). Y un lugar, Brasil, entendido como la posibilidad de reconstruirse, el lugar donde cobrarle el finiquito a los recuerdos, la esperanza de un nuevo comienzo para el protagonista que es muy «de idealizar a la gente».

Y más allá de las Anas Torrojas, los pájaros parasitarios y el país de la bossa nova, Dani Umpi se acerca a un tema complicado: la homofobia interiorizada en algunos gays («no existe nada peor que un marica elogiando las publicidades de Gucci», apunta el narrador) y su repulsión al amaneramiento. Un asunto que, desafortunadamente, se repite generación tras generación y del que el escritor uruguayo sale muy bien parado al guiarse por la honradez y la honestidad.∎


«Perfecto»

(Contrapedal Records, 2005)

Contigo empezó todo. Un soplo en el corazón, hedonista, pegadizo, fresco y bailable. Eso es «Perfecto», el primer disco de Dani Umpi que en 2005 asaltó los oídos más inquientos y consiguió, un año después, una nominación a los premios MTV Latinoamericanos en la categoría de mejor producción independiente. Melodrama sin filtros, ráfagas de sintetizadores y letras desacomplejadas que se bordan en croché a estructuras rítmicas del pop más incandescente. El que se destila, con pantalla operística, en «Mucho para dar» («Tiene algo enorme que me atrae / no es un hijo de su madre / ni es un nene de papá, / tiene los discos que a mí me gustan, / baila tan moderno que me asusta») o el que se adentra por el «Dark Room» («cuando salga a la luz / sin saber quién serás / cargaré con la cruz / que da el dark room / al que no sepa cómo jugar») pero también el que despide a un amor que se acaba en «Quién extenderá tu cama» («¿Quién extenderá tu cama? / ¿Quién besará tus mañanas? / ¿Quién tendrá hoy tu mirada? / ¿Quién acompaña tu marcha?»). La primera puesta de largo del autor de «Solo te quiero como amigo» incluye además una versión en inglés («Loving you») del «Amándote» de Jaime Roos en la que Dani Umpi parece regalarnos su presencia desde algún antro lynchiano enfundado en un traje de crooner sureño. Lo dicho, perfecto.∎


«Mormazo»

(Contrapedal Records, 2011)

«Mormazo»: así denominan en el norte de Uruguay a esa sensación bochornosa de las horas centrales de los días más sofocantes de verano. Y eso, una lengua de calor, es «Mormazo», el segundo disco de Dani Umpi en solitario en el que se desenvuelven de manera opulenta tres fijaciones del artista de Tacuarembó. Tres vectores que abrasan y tumban a quien encuentren a su paso. El primero, el electropop en ascuas con el que barniza la mayor parte del disco mezclándolo con unas letras juguetonas y originales; por ejemplo, todas las referencias al campo semántico futbolístico del hitazo «Campeonato» («Y yo jugaba de local, / no tuve que entrenar, / no atajaste el penal, / me dejaste ganar / y triunfamos los dos»). El segundo, la fluidez con la que el escritor uruguayo afronta sus colaboraciones. Aquí, igual se marca una gema extrañamente bella con la peruana Wendy Sulca y el argentino Fito Páez en «El tiempo pasar» como se empapa de la magia de Lido Pimienta en «Patas para arriba». Y el tercero, la habilidad para montar obras (en este caso un disco) enraizadas en conceptos por el que rezuman apuntes cabalísticos. No es baladí ese 12 (1+2=3) de la portada, que el single fuese «Tres pasos» o que en la imagen gráfica de «Mormazo» predomine la ropa deportiva (soporte sobre el que Dani Umpi ha confeccionado varias intervenciones artísticas) como símbolo del anclaje entre el sudor, lo somático y lo trascendental.∎


«Lechiguanas»

(Contrapedal Records, 2017)

Concebido de manera accidental, primero delineado en México y finalmente enhebrado en Buenos Aires, «Lechiguanas» es el disco en el que Dani Umpi conjura al fantasma de Bernini, y empapa sus nueve temas con la mezcla precisa de barroco, épica y melancolía que no sabíamos que necesitábamos. Convirtiéndolos así en un tratado delicioso a la búsqueda de la canción disco pop redonda. Construyendo nivel a nivel (como diría Joe Crepúsculo) una fábrica de baile que no cabe en corazones pequeños y en la que tira de house noventero y veneno puro en «Punta 92 2002» («En Punta 92 las yararás nos mordíamos la cola / Y nos sacábamos la piel unos a los otros / Cuando el windsurf venció a las motos») o nos envuelve en una euforia de sintetizadores a lo Pet Shop Boys en la canción que da título al disco. Atreviéndose también a transfundir historia vivida en «Cleopatra entrando en Roma», corte mayúsculo que contiene un verso capaz de resumir la esencia del enamoramiento («Bailaste para mí una canción de Glee»), y a firmar un relámpago de pop electrónico sobre el amor que termina, «Tebas», en el que mira a la cara a los indicios de arrepentimiento de Carlos Berlanga: «Vida, ya no podré decirte «amor» todos los días / Seré discípulo y profeta de mentiras / Y mi alegría no se regenerará».∎


«Guazatumba»

(Yolanda Discos + la banda del v.i.p., 2023)

Después del picotazo de las abejas «Lechiguanas» llega el momento de expulsar toxinas. ¿El antídoto? Un arbusto antiofídico y autóctono del norte del Río Negro: el guazatumba. Un remedio natural en el que Dani Umpi inyecta ritmos y sonidos reconocibles de la música uruguaya («Saturno», canción compuesta tras la muerte de su abuelo) y se adueña del libro de embrujos del pop rebueno (el que custodian Chico y Chica o Hidrogenesse) para servir pociones borboteantes como «Altar» o «Vieja Loba» o repartir caramelos envenenados de bits y beeps en «Santo», al alimón con Elli Medeiros. La presencia de lo virtual, en un disco que adoctrina lo electrónico para mostrarlo más orgánico que nunca, eclosiona en dos composiciones adorables: «¿En qué andará mi novio?» («Buscando dónde saltar la matriz arquetipal / recorrer, ir más allá / trascender a un modo estelar») y «La Mitad» («Si el único estado seguro es estar desconectado / yo quiero estar a tu lado y estar desconectado»). La caricia sedosa y electrónica de «Gente Loca» compartida con Masoniería («Nos infiltramos, es amor entre agentes secretos / Encontraremos la mejor conversación / entre la voces del salón») proyecta «Guazatumba» hasta un vergel compositivo en el que Dani Umpi clava su bandera de cantautor galáctico.∎


Miss Playlist, algún día seremos grandes y todos nos aplaudirán

  • Foto de cabecera: © Pablo Gómez Samela
  • Dani Umpi | Instagram

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