Me sorprende que no estemos hablando más de esta película. Una historia provocadora hecha sin el afán de solamente provocar. «Babygirl», de la directora holandesa Halina Reijn, es una muestra de la más inteligente discusión feminista sobre el erotismo.
Si bien el reconocimiento se le ha dado vía indirecta, con justa valía, por la destacada actuación de Nicole Kidman, el film posee un guion peculiar escrito por la misma Halina Reijn, donde narra el dulce y desenfrenado deseo de mujeres incorrectas. Parece la versión adulta, mejor lograda, de «50 sombras de Grey». Aunque la anécdota sucede a la inversa: ahora una poderosa ejecutiva tecnológica siente una peculiar atracción por el joven pasante de la empresa.
Aquí van siete razones para ver y seguir hablando sobre «Babygirl».
1. A diferencia de Christian Grey, el deseo de Romy (Nicole Kidman) es más complejo y a la vez más simple. No se trata de un fetiche superficial por la dominación. El gusto no está en el cuero ni el látigo, no es una cosa netamente física. El placer yace en el riesgo por perderlo todo.
2. Podríamos decir que varios de los últimos roles desempeñados por la actriz son similares, ello no significa que no lo haga bien, que lo siga haciendo bien. «Babygirl» le da un personaje muy a su estilo: mujer blanca de alto rango, preciosa, empoderada, con un matrimonio de fotografía y cabeza de familia perfecta. El trabajo de Kidman adquiere matices pocas veces vistos en ella con un secreto que la vulnera: la confrontación de la edad, estancada en un matrimonio amoroso y un marido que tiene bastante domesticado. Que la actriz se atreva a quitarse la ropa es una cosa, que lo haga en este tipo de películas es un acierto.
3. Por otro lado, Harris Dickinson, quien interpreta a Samuel el pasante, es todo un maldito, en el mejor sentido de las apreciaciones. A simple vista el actor no pinta el perfil idóneo para el tipo de personaje; justamente, eso es lo que lo vuelve fascinante. Lo viril y la fuerza no la provocan el físico: pálido, alto y delgado. La belleza masculina de fatalidad en Samuel está en la voz, su postura, las actitudes, la irreverencia. No es una ingenua Anastasia Steele deslumbrada por el jefe; su fijación por Romy es más subversiva y para nada ausente de arrebatada ternura.
4. Hay que decirlo: no es una película que no se venda como feminista. Tampoco hablamos de una mujer empoderada frente a un hombre al que puede someter; de hecho, estamos ante una historia que podría leerse como misógina por la forma en la que cosifican a la protagonista. Sin embargo, reduciríamos todo lo que el guion ofrece.
La transgresión no está en los fetiches o la inversión de roles. «Babygirl» desarrolla el complejo recoveco del deseo y la carnalidad femenina para deleite del hombre, pero por solicitud de la mujer. Puede ser una apología de la humillación si nos quedamos únicamente con la imagen ausente de sonido y significado y no nos permitimos sentir lo que Romy vive. Una fantasía que nos asusta decir en voz alta para no pecar de incorrectos.
Rara vez hablamos sobre la relación sumiso-dominante bajo otra óptica; el domador tiene que mantener un rol pero el sumiso es quien triunfa ya que obtiene lo que quiere: perder el poder.
5. Sin ser explícita, la película muestra momentos de erizado erotismo con las sutilezas de la cámara: los ojos de Romy, la boca de Samuel, un par de dedos que acarician. Hay escenas que excitan más que una pornografía.
6. Una banda sonora que magnetiza los oídos. No le falta drama a este suspenso y el estímulo musical se acurruca en los oídos. El hilo del entramado se tensa conforme avanza y logra mantenerte alerta en la butaca las casi dos horas de duración, seducidos por el conflicto palpitante de la caída que vendrá.
7. Los demás personajes femeninos ofrecen algo más que variedad. La familia de Romy, el esposo interpretado por Antonio Banderas, dos hijas, una abiertamente lesbiana (Esther Rose McGregor), y su asistente y empleada encarnadas por Izabel Mar y Sophie Wilde respectivamente. No son personajes secundarios de inclusión; se trata igualmente de mujeres que demuestran sus flaquezas y los motivos para quebrarse.
Plus: no hay nada tan obsceno como una tomada de leche y un dulce devuelto de la boca a la mano. Una escena de motel estremece la entrepierna de hombres y mujeres. El deseo no distingue de sexualidades y a todo mundo envuelve el pensamiento hipotético de la experimentación.∎
Imagen destacada: Fotograma de «Babygirl».