Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo (Dos Bigotes): «Mantenemos la etiqueta sin esconder lo que somos»

Si el corazón es un cazador solitario tal y como afirmaba la escritora Carson McCullers (de la que Dos Bigotes acaba de publicar la "autobiografía" que le dedica Jenn Shapland) y la edición es una carrera de fondo, Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo le ganan el pulso al aislamiento y al cansancio para construir un sello editorial LGTBIQ+ cuya relevancia se expande obra tras obra. Charlamos, en el cuarto oscuro, con estos dos atletas de la palabra, dos rastreadores de historias emocionantes que intentan hacernos la vida un poco mejor.

El 21 de abril de 2014, la editorial madrileña Dos Bigotes publicaba su primer libro: «El armario de acero. Amores clandestinos en la Rusia actual». En esa recopilación de relatos y poesía, varios autores rusos utilizaban la lírica y la prosa para posicionarse contra la ley de «propaganda homosexual» propulsada por Vladimir Putin. Ocho años y 81 obras después (la última, cuando realizamos esta entrevista, es un ensayo apasionante: «Ausencia y exceso. Lesbianas y bisexuales asesinas en el cine de Hollywood» de Francina Ribes Pericàs), Alberto Rodriguez y Gonzalo Izquierdo han edificado una de las casas editoriales más irreemplazables y magnéticas del panorama literario en lengua española; mérito que también hay que reconocerle a Raúl Lázaro, el diseñador gráfico de sus estupendas portadas. Los dos responsables de Dos Bigotes hacen balance de todos estos años en los que la edición se ha convertido en su horizonte vital.

Uno de los objetivos de Dos Bigotes, cuando creasteis la editorial hace ocho años, era promover la visibilidad del colectivo LGTBIQ+ a través de la ficción. Actualmente estáis muy comprometidos con dotar de mayor representatividad a determinadas realidades del colectivo que tienen menos presencia mediática…

Alberto Rodríguez: Sí. Las dos cosas son compatibles. Lo que buscábamos al fundar la editorial era dar voz a historias, a autoras y a autores LGTBIQ+ que representaran la mayor diversidad posible del colectivo. Por cierto, trabajo bastante complejo en algunas ocasiones. Pretendíamos que cualquier persona LGTBIQ+ se viera reflejada y representada en los libros que publicábamos. También queríamos llegar a gente de fuera del colectivo para que cualquier persona pudiera empatizar con estas historias. Ese es el doble objetivo que seguimos persiguiendo desde entonces.

En eso no ha habido ninguna variación. En lo que más hemos cambiado durante todo este tiempo, a nivel editorial, es en los géneros que publicamos. Empezamos a publicar historias de ficción, novelas y relatos. Y en estos últimos años el ensayo ha ganado una mayor presencia en nuestro catálogo. También nos hemos abierto a otros géneros como el teatro o la poesía. Y hemos editado títulos que no son necesariamente LGTBIQ+ pero que sí que tienen, en concordancia con nuestra sensibilidad, un marcado carácter feminista.

Gonzalo Izquierdo: Sí. Todo este proceso ha emergido de manera muy fluida, muy orgánica y poco «meditada». Creo que, en definitiva, una editorial como la nuestra tiene que estar muy abierta a lo que sucede a su alrededor y debe reflejar esos cambios y esa transformación si la sociedad va evolucionando también, como creo que sí que ha hecho en los últimos años. Tenemos que ser el espejo de eso.

«Si una etiqueta como literatura LGTBIQ+, o literatura africana, o literatura feminista produce rechazo o genera algún tipo de problema, el que se lo tiene que hacer mirar es el receptor» – Gonzalo Izquierdo

Aunque sí que es cierto que la sociedad ha evolucionado, no son pocos los escritores y escritoras que rehuyen de la etiqueta «literatura gay» o, en sentido lato, «literatura LGTBIQ+». De hecho, ven la etiqueta como una barrera para poder conseguir más lectores. Parece que en lugar de considerarla una herramienta la identifican como una losa. ¿Habéis percibido lo mismo?

Alberto Rodríguez: Nosotros partimos de la etiqueta porque somos un sello especializado en temática LGTBIQ+. Es muy importante ese punto de partida. Hay que tener en cuenta que lo que no se nombra no existe. La etiqueta sirve para concienciar, sensibilizar y reflejar una realidad. No huimos de ella. Creemos que la literatura que publicamos tiene que ser etiquetada como literatura LGTBIQ+ porque es lo que hacemos y lo que nos interesa hacer. ¿Es eso una barrera? Pues a veces lo es. Nos empeñamos en llegar a todo tipo de lectoras y lectores. Después de tanto tiempo todavía no sabemos si lo estamos consiguiendo pero ese es nuestro objetivo. ¿Hay un techo de cristal en la difusión de una obra por ser etiquetada como LGTBIQ+? Bueno, entonces habrá que continuar luchando y seguir esforzándose por romperlo. Es una tarea difícil y entiendo que para algunas personas estar etiquetadas sea algo negativo porque supone no poder llegar a más gente. Desgraciadamente, eso sigue siendo así. No obstante, nosotros mantenemos la etiqueta y no escondemos lo que somos porque no tendría mucho sentido.

Gonzalo Izquierdo: También hay que pensar, y es una reflexión que me he hecho con la perspectiva de todos estos años, que si una etiqueta como literatura LGTBIQ+ o literatura africana, o literatura feminista, produce rechazo o genera algún tipo de problema, el que se lo tiene que hacer mirar es el receptor. Si las etiquetas provocan que haya gente que no se acerque, ya haremos la labor de comunicación y «pedagogía» necesaria para evitarlo. Pero toda la responsabilidad no puede recaer en nosotros sino también en los prejucios que todavía puedan existir en la sociedad.

¿Marcar un libro con la palabra «homosexual» o la etiqueta «lesbiana» limita su recepción?

Gonzalo Izquierdo: Sí. Hay libros de temática LGTBIQ+ de editoriales grandes en cuya contraportada no aparecen en absoluto esas palabras porque la gente que se encarga de vender esos libros sabe que podría restar lectores. De hecho, alrededor del 80% de los productos culturales que consumimos (películas, series, libros…) están protagonizados por personajes heterosexuales. La inclusividad y la representatividad es algo más o menos reciente. A nosotros, como personas LGTBIQ+, nos han faltado referentes pero nos hemos emocionado igual con esas historias heterosexuales. Sería genial que a la inversa pudiera pasar lo mismo.

Alberto Rodríguez: Es un fenómeno curioso. Pasa lo mismo a nivel general. En el caso de las películas, por ejemplo. Nosotros vimos la película «Solo nos queda bailar» (Levan Akin, 2019), la historia de dos chicos homosexuales del grupo nacional de danza de Georgia, en el Festival de cine de Valladolid. La sala estaba abarrotada con público muy diverso pero esa misma película la vimos en el Festival de cine internacional LGBT de Madrid y únicamente había chicos gays viéndola. Es interesante ver cómo la misma proyección en el marco de un festival etiquetado como LGTBIQ+ consigue una audiencia más reducida y concreta pero cuando se proyecta en un festival generalista llega a más personas. Quizá pase lo mismo con los libros. Si les asocias la etiqueta accedes a menos lectoras y lectores. Estamos empeñados en cambiar eso.


Gonzalo Izquierdo: En nuestro caso, la literatura está unida a nuestro activismo personal. Nuestro activismo lo desarrollamos a través de los libros. De lo que consideramos que son buenos libros. Por medio de ellos, de las historias que nos interesan, intentamos cambiar las cosas. Cada uno ejerce su activismo desde donde quiere o puede y nosotros ubicamos nuestro compromiso en los libros que publicamos.

Editorial Dos Bigotes LGTBIQ+
Composición con algunos de los últimos libros editados por Dos Bigotes

¿Ese activismo también radica en construir y entender vuestra editorial como una especie de hogar para escritoras, escritores, lectoras y lectores?

Gonzalo Izquierdo: Totalmente. Desde el principio teníamos muy claro que queríamos que Dos Bigotes fuera una especie de comunidad y una suerte de casa. Al ser un proyecto muy personal y al involucrarnos en todas sus facetas, era fundamental que los lazos con las autoras y los autores que estuvieran con nosotros fuesen muy estrechos. Personalmente, considero la editorial como un “club” cuyos miembros son tanto la gente que publica aquí, como, sobre todo, las lectoras y lectores. Y por eso fomentamos la comunicación con ellas y ellos ya sea a través de redes sociales, ya sea en los eventos, en las ferias… Y sigo pensando, después de todos estos años, que lo mejor que nos ha pasado es poder notar esa cercanía y esa retroalimentación con las personas que leen nuestros libros.

¿Es enmarcado en esa idea, la de crear comunidad, dónde surge también vuestro podcast «Bigoteando»?

Alberto Rodríguez: Tanto Gonzalo como yo somos periodistas. El podcast, por un lado, es una forma de dar salida a nuestra vocación. Aunque es cierto que siempre está presente de algún modo porque en Dos Bigotes desarrollamos también una labor de comunicación en redes sociales, redactando alguna nota de prensa… Y, por otra parte, nos permite acercarnos a formatos como las entrevistas o a abrirnos un poco más para que la gente conozca nuestros gustos o sugerencias culturales (pelis, series…). Surgió de manera muy orgánica. Nos parece un formato muy chulo y nos divierte mucho. Si así podemos llegar a más gente o conseguimos que las personas que ya nos seguían conozcan más el trabajo de la editorial estaríamos muy satisfechos. Por supuesto, este «club» de bigotudos es una manera de fomentar nuestra comunidad de autoras, autores y gente que nos lee.

Hablando de las lectoras y los lectores, ¿habéis constatado que a partir de la pandemia los índices de lectura han aumentado? ¿Ha supuesto el confinamiento un cambio de hábitos culturales?

Alberto Rodríguez: Es cierto que después del confinamiento se ha multiplicado el interés por la lectura y que durante todo 2021 los hábitos generados durante el período más duro de pandemia se han mantenido. En contraste con un 2020 horroroso, 2021 fue el mejor año para nuestra editorial. En 2022 las cifras sugieren cierto reajuste. La pandemia sí que ha generado nuevas lectoras y lectores pero falta ver, a medio plazo, si los hábitos de lectura se mantienen en el tiempo.

«Entender la lectura como algo curativo, algo que nos ayuda a estar mejor con nosotros mismos, no es algo descabellado (…) En el colectivo LGTBIQ+ hemos estado muchos años sin apenas referentes en la literatura. De ahí que, los libros en los que encontrábamos alguna representación de lo que somos han sido un refugio para muchas personas que se sentían solas y aisladas» – Alberto Rodríguez

Gonzalo Izquierdo: Tenemos que tener presente también que el sector editorial es muy sensible a las crisis económicas y a las situaciones de inestabilidad como la que podemos estar viviendo ahora. La cultura, el sector del ocio y los hábitos de consumo se ven afectados de pleno. Yo sí que creo, como apunta Alberto, que se han creado nuevos hábitos en el confinamiento (ya sea de lectura o de compra de libros en librerías de proximidad) que sí que se están mantenido pero que se han ido reconfigurando y ajustando. Ya veremos qué dicen los estudios de índices de lectura respecto a este año.

Faltan las cifras de 2022 para ver si se consolidan las tendencias positivas pero sí que ya hay estudios e informes que apuntan a la relación entre bienestar y lectura. ¿Concebís el hábito de leer como un asidero vital para superar situaciones complicadas?

Alberto Rodríguez: Sí, estamos totalmente convencidos de que eso es así. Entender la lectura como algo curativo, algo que nos ayuda a estar mejor con nosotros mismos, no es nada descabellado. Hay una frase que escuchamos a veces, y que puede ser un poco exagerada, que viene a decir algo así como que los libros salvan vidas. Te paras a pensarlo y dices: es cierto. En el colectivo LGTBIQ+ hemos estado muchos años sin apenas referentes en la literatura. De ahí que, los libros en los que encontrábamos alguna representación de lo que somos han sido un refugio para muchas personas que se sentían solas y aisladas.

Por tanto, vuestra función como editores se ancla en el activismo y en la gran labor social de publicar libros que puedan servir para que alguien en algún sitio o en algún momento vea que no está solo. ¿Cómo escogéis los libros que van a formar parte del catálogo de Dos Bigotes?

Alberto Rodríguez: A pesar que desde hace ya algún tiempo tenemos cerrada la admisión de originales recibimos muchísimos manuscritos. En general, tenemos varias fórmulas para crear el catálogo. Una de ellas, pese a que tenemos muchas obras pendientes de lectura, sí que serían los libros que nos llegan al correo electrónico. Otra, son proyectos que se nos ocurren; en ese caso, buscamos a las personas que creemos que los pueden escribir. Y por último también escuchamos las propuestas de agentes literarios, traductores… que nos presentan algún libro que piensan que puede casar con la filosofía de la editorial. Pero el filtro es bastante grande. Estamos publicando alrededor de unos catorce títulos anuales que, en comparación con las obras que nos llegan, es un porcentaje muy pequeñito. Y, aunque muchas son interesantes, tenemos que decir que no.

Los criterios que tenemos para publicar se basan, de entrada, en la calidad (asumiendo toda la subjetividad y los debates que puedan surgir en torno a qué es la calidad). Pero, por lo menos, nosotros tenemos que pensar que esa obra merece la pena ser publicada por su calidad literaria, porque incluya representación LGTBIQ+ y porque pensemos que pueda servir para algo de algún modo. Después también configuramos el catálogo reflejando la diversidad del colectivo LGTBIQ+. Todavía hoy (aunque ha bajado mucho el porcentaje desde los primeros años de Dos Bigotes), nos llegan originales de muchísimos autores (hombres) con historias sobre el colectivo gay que pueden estar muy bien pero que ya han sido contadas. Ahora mismo nos interesa menos poner el acento en eso porque es lo que más se ha publicado, es lo más visible y estamos intentando encontrar narraciones mucho más diversas. Buscamos relatos más invisibilizados históricamente. ◼️


Ante todo la voz: 3 libros, 2 bigotes, 1 mundo


La minuciosa tarea de edición de Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo ha hecho posible que leamos en español libros tan imprescindibles como «Homintern. Cómo la cultura LGTB liberó al mundo moderno» de Gregory Woods, «Cómo acabar con la escritura de las mujeres» de Joanna Russ o «Cruising. Historia íntima de un pasatiempo radical» de Alex Espinoza. Su instinto artístico también nos ha permitido acercarnos a los fértiles dominios de Luis Maura, Gloria Fortún o Carlos Ortega Vilas, por citar solo a algunas autoras y autores de entre los muchos que han visto publicadas sus propuestas en Dos Bigotes. Así que, seleccionar tres obras entre el (ya) amplio catálogo de la editorial bigotuda no es tarea fácil. Nuestra breve aproximación a las estanterías del sello madrileño no pretende ser un best of ni la cumbre de ningún ranquin de interés. Estos tres libros son nada más (y nada menos) que tres puertas de entrada a un hogar literario en el que resguardarse de las inclemencias ambientales que siguen causando estragos pero ya no callan tantas voces…

Libérate Valeria Vegas

«Libérate» de Valeria Vegas

(Dos Bigotes, 2020)

Valeria Vegas (València, 1985) conjuga su interesante mirada contextual, su labor archivista y su reivindicación referencial en 94 entradas ordenadas alfabéticamente que compilan a los artistas, las canciones y las películas que desde comienzos de la década de los sesenta del siglo pasado hasta el inicio del actual, perfundieron la cultura LGTBQ en las (obstruidas) arterias creativas de España. Comenzando con «Adela» (la película de Carlos Balagué que en 1987 protagonizó por primera vez en el cine español una actriz trans –Yani Forner-) y concluyendo con «Yeda Brown» (la vedete brasileña que se empeñó en disolver, vaporizando alegría, el olor a naftalina de finales de los años 70 desde arriba de los escenarios), las casi 400 páginas de «Libérate» son un vestigio encarnado para que las generaciones futuras (y actuales) no olviden de dónde venimos.


Asalto a Oz Antología de relatos queer

«Asalto a Oz» de VV. AA.

(Dos Bigotes, 2019)

«Asalto a Oz» contiene quince baldosas amarillas metamorfoseadas en sendos relatos firmados por Alana Portero, Ángelo Néstore, Aixa de la Cruz, Vicente Monroy, Gema Nieto, Miguel Rual, Lluis Mosquera, Miriam Beizana Vigo, Dario Gómez de Barreda, Sara Torres, Álvaro Domínguez, Rodrigo García Marina, Pablo Herrán de Viu, Elizabeth Duval y Óscar Espirita y un prólogo gestado por Rubén Serrano que se convierten en el pavimento perfecto para que transite el zeitgeist de la narrativa LGTBIQ+ de la segunda década del siglo XXI. Aquí estamos (construyendo realidades) todas, todos y todes. Identidad, deseo, sexo, maternidad, opresión, control institucional, violencia interiorizada… todas las aristas y vértices del poliedro queer aparecen en estas narraciones que amplifican el sonido de los márgenes para ganarle la batalla al silencio.


La Herencia de Matthew López

«La herencia» de Matthew López

(Dos Bigotes, 2021)

Antes de que Matthew Lopez (Panama City, Florida, 1977) se convierta en un fenómeno de masas (acaba de dirigir la adaptación cinematográfica de uno de los éxitos masivos de literatura LGTBIQ+ para young adults: «Rojo, blanco y sangre azul» (Editorial Molino, 2019) de Casey McQuiston) no tendríamos que olvidar que el dramaturgo norteamericano es el responsable de «La herencia», un deslumbrante texto teatral (ganador del Tony a la mejor obra de 2021) en el que versioneaba el «Howards End» (1910) de E.M. Forster.

En «La herencia», tres generaciones de hombres homosexuales de distintas clases sociales y distintas edades intercambian pensamientos y experiencias vitales en torno a una casa heredada que abrirá en canal sus emociones. Eric, Leo, Toby, Walter, Adam… pasan horas (la versión teatral se representa en dos actos de más de 3 horas cada uno) reflexionando sobre cómo el amor vence al miedo. Sobre cómo en mitad de la devastación (llámese SIDA) se construye el futuro.

  • Editorial Dos Bigotes | InstagramWeb
  • Foto de cabecera: Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo.

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