Las bancas del Paseo Bravo son uno de los lugares idóneos para ir a descansar o esperar a algún amigo. Algunos también las utilizan como punto de encuentro para entregar alguna mercancía. No es raro ver chicas y chicos con mochilas esperando a que lleguen sus clientes. Tampoco es raro que algún vendedor ambulante te ofrezca alguna baratija.
Las bancas ubicadas entre Av. Reforma y la 3 poniente casi siempre están ocupadas y son las de mejor aspecto. Las bancas que siguen de la 3 poniente en adelante presentan deterioros, excremento de pájaro y casi siempre se las ve despobladas. A excepción de unos cuantos que se sientan a mirar hacía la nada.
Entre la 3 poniente y la 5 poniente están los vendedores de dulces, crepas y tacos. Los vendedores de flores de metal hechas con una lata de Coca-Cola. Los trajeados que te ofrecen cambiarte de compañía y continúan su discurso a pesar de la nula respuesta. Los que se sientan a esperar mirando a la nada.
Los que se sientan a esperar mirando a la nada son los que han tomado los pasillos del Paseo Bravo como zona de caza. Yo he sido parte de ellos algunas veces. Basta con abrir tu celular y utilizar Grindr para que la cacería comience.
1 metro. 100 metros. 1 kilómetro.
Los baños del quiosco se convierten en el punto de encuentro para otro tipo de servicios. Pagas tus cinco pesos y ya estás en el juego. El pasillo laberíntico antes estaba iluminado. Antes de que las puertas de los baños fueran adornadas con agujeros. Y también estaban más limpios. Cuando uno entra a los baños del quiosco está dispuesto a todo. Uno no entra si no ha concertado algo, si con la mirada no ha seducido a algún extraño uno no se atreve a entrar.
Me pongo mis audífonos y reproduzco Los vampiros del grupo Dënver. Debe existir una sincronicidad entre el cruising y la canción porque siempre que la escucho me armo de valor para cazar. A veces me gusta sentarme en la banca que está afuera de esos baños y mirar a la gente pasar. Un señor de pantalón blanco ajustado sabe que lo miro y como forma de provocación se acaricia la entrepierna. Hay que sostener la mirada porque así se crea la complicidad. Los dos entramos por separado. Un camino oscuro, con el piso salpicado de agua sucia y un olor a cañería es el recibidor. Lo primero es ir a los mingitorios, fingir un rato, seguir compartiendo miradas y cuando parece seguro lanzar la primera caricia. Lanzar la primera palabra sucia. Cuestión de segundos y todo se acaba.
La realidad es que el Paseo Bravo no es el único lugar de encuentros en la ciudad de Puebla. El parque las Hadas. Los baños de Plaza América. Los baños de San Francisco. Las cabinas del centro. Las cabinas de la Margarita. Ya podría autonombrarme embajador de la ruta del cruising.
(los vampiros no me cazan / los lobos no me atrapan)
Fue durante los primeros meses del coronavirus que grupos en Twitter habían dedicado su tiempo a convertir el RUTA en el nuevo punto de encuentro. Alguna vez escuché que las crisis son el mejor momento para las oportunidades. La oportunidad de convertir cada rincón de la ciudad en un lugar apto para el cruising. Pero no funcionó. La escena del cruising no está en lugares prefabricados. No se arman horarios para que el encuentro sea más sencillo.
Los baños de vapor siempre han sido uno de mis lugares favoritos. El cruising tiene un llamado especial ahí. Uno de mis favoritos siempre ha sido los Necaxa, ubicados en la 12 poniente a la altura de la 5 de mayo. Ahí encuentras de todo. Los prefiero sobre los San Joaquín de la CAPU que ya tienen fama de ser un punto de encuentro. Los despistados se preguntarán porque les niegan la entrada cuando van en familia, no hay forma de entrar. Para los que ya saben del tema no es necesario que le dirijan la palabra a la recepcionista, sólo pagas tus 50 pesos y puedes quedarte el tiempo que quieras. Pero yo prefiero los Necaxa porque ahí no hay nada establecido. Para entrar al juego debes de esconderte entre el vapor o lanzar miradas discretas a los demás usuarios. Si no hay contacto visual no hay que insistir, simplemente ese día ya no se armó.
(no es amor, lo que busco esta noche amigos)
No ser atrapado. La señora que cobra los cinco pesos en el baño del quiosco siempre se hace de la vista gorda mientras no incomodes a nadie. —Una vez, en días feriados, cuando menos gente hay en el Paseo Bravo, cuatro chicos estábamos alrededor de un mingitorio con los pantalones ligeramente abajo. Un señor, de esos que se visten con camisas polo y shorts de mezclilla, entró, observó unos segundos e inmediatamente salió a decirle a la señora lo que estábamos haciendo. Yo salí discretamente y me fui caminado hacía los árboles que hay al lado.
La confidencialidad es importante. No hay repositorios para la memoria. Sólo se vale contar lo bien que te la pasaste. Pero no a quién viste. Ni mucho menos describir el físico o facciones. Todos somos desconocidos adentro. Nunca está permitido un saludo después de salir ni volver a mirar a los ojos. Efímero. Lo que es efímero siempre deja un retrogusto. Prohibido saludar a tus conocidos. Todos somos desconocidos adentro.
(bajemos un poco más)
Hace unos días pasé por los baños del quiosco y puedo decir que mientras la actividad en el centro ha disminuido la del cruising ha ido en aumento. Ahora que la gente sale menos a los lugares comunes es cuando la actividad ha tenido un mayor auge. Y uno lo puede ver al observar las filas que se forman para entrar a los baños del Paseo Bravo. Es como jugar al lobo. Todo está permitido mientras no te atrapen