Ven a bañarte en donde se duchan los hombres

Gerardo Guiza Lemus es un escritor y ensayista mexicano. Autor de los libros "Masculinidades: las facetas del hombre" (2010), su primera novela "Quizás no entendí" (1997), "Artilugios" (1999), "La historia no Convenida" (2003), "En el pecado está la penitencia" (2007), y el libro de relatos "Miradas de seducción" (2019). Como el buen observador y cronista de viajes que es, nos comparte en Un Cuarto Oscuro su relato inédito. Una viñeta de lo que ocurre en los baños para caballeros cuando se cruzan la mirada, la edad, el secreto y la contemplación.

Mientras un señor rebasado en los setenta años, visiblemente amanerado –“joto”, llamado así en el argot del lenguaje gay y heterosexual– el que por su aspecto me hizo recordar al cura pederasta llamado: Marcial Maciel, se duchaba con entera libertad bajo las regaderas del club en el que no existen cubículos ni privacidad alguna. De pronto entró en al área uno de sus conocidos, quien de forma espontánea enfiló sus pasos para ir a ducharse a una de las dos secciones donde era posible lavar el cuerpo.

En cuanto el septuagenario lo vio, pareció transformarse en un ser voluptuoso, coqueto, bromista. Con una mirada relajada y una voz quebrada y envolvente le sugirió a todo pulmón y con sobrada insinuación:

—Ven a bañarte en donde se duchan los hombres.

El invitado, sin dudarlo, respondió a manera de pregunta y broma:

—¿Al área en la que se bañan y se dan los hombres con los hombres? — dijo mientras estalló en una sonora y espontánea carcajada que retumbó en el área de las regaderas. Relajado, el hombre de aproximadamente unos cuarenta años, con un andar casi felino, se dirigió para complacer al solicitante caballero con el que hablaron de mujeres, hijos y cantinas.

Supuse que el setentón solía hablar de esos temas porque cuando joven debió sentirse presionado para casarse y procrear hijos para cumplir con el rol social que le exigieron sus tiempos, y porque no tuvo la oportunidad de vivir su homosexualidad con la libertad que de seguro deseó. Como notó mi interés en la conversación que sostenía afanado en refrendar su “heterosexualidad”, me miró con reprobación, como diciendo: “no se vale leernos la mano entre gitanos”, pues también sabíamos de qué pie cojeamos los dos.

Vaya recreo el que viví al ver y escuchar a esos señores hablar en medio de la espuma del jabón y los aromáticos champús que aplicaban sobre el cuerpo y el cuero cabelludo. El solicitante, con un pene pequeño y un pubis desbordadamente peludo, el que de seguro no conocía de las tijeras y los rastrillos desde que le nació el vello púbico durante la adolescencia, y el otro, el que se percibía como un relajado,  amable y genuino heterosexual; de esos gentiles caballeros que se duchan con toda naturalidad, sin importarles ni inquietarles si alguno de los usuarios los observa con admiración o deseo, lució las bondades heredadas de la madre naturaleza toda vez que poseía un gran y colgante pene circuncidado con el glande tipo hongo, enmarcado en un pubis bien recortado, como se estila usarlo en la actualidad, y que hacía pensar que se encomendó a las manos de un buen barbero urbano, de esos al estilo ASMR.

El ASMR es una experiencia física y psicológica que se ha convertido en un fenómeno viral desde su aparición, convirtiendo en gurús de la relajación, toda vez que está bien aspectado el contacto corporal entre varones que solicitan servicios de relajación y embellecimiento; especialmente en países del medio oriente, para que le diseñara las alas abiertas de un águila en plena libertad.

Ciudad de México, 30 de mayo de 2023.

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