El primer octubre del siglo XXI, Radiohead lanzó al éter un manual de instrucciones para ovillarse en uno mismo y desligarse del despertador y las rutinas impuestas. Nos los sirvió en forma de canción, «How to dissapear completely», agazapada en el primer tercio de su disco «Kid A». Un vinilo que saludaba al año 2000 intentando conjurar, como un preludio envenenado de las décadas posteriores, la imposibilidad de parar, el castigo de mostrarse. That’s not me, I am not here, This isn’t happening. Ese no soy yo, no estoy aquí, esto no está pasando, cantaba la voz caliginosa de Thom Yorke. Lo que no sabía (o sí) el cantante del grupo británico -que también hace acto de presencia en la primera novela de Álvaro Llamas (Jerez, 1976)- es que alejarse de todo, desconectar, buscar la soledad de manera voluntaria… iba a ser tarea imposible. Ya no habían indicaciones posibles para alcanzar el retiro. Walden se desvaneció. Se jodió el Google Maps. Ya no se podía ser Montaigne. Nos quedamos instalados en el tiempo productivo y sin mapa de carreteras para tomar un respiro.
22 años después, el narrador/protagonista/autor de «Esos días a finales de aquel año» (Niños Gratis, 2022) lo va a comprobar de primera mano al intentar encerrarse en su piso de Madrid («concretamente en los días mejores del año, la víspera de Navidad», que dejó escrito Dickens) espoleado por una crisis familiar, una situación económica que bordea el abismo y una desafinación afectiva que lo sitúan en una coordenadas liminales desde las que se va a construir una de las novelas más apasionantes, inteligentes y demoledoras de los últimos meses.
Bregado en la traducción y en el periodismo cultural para diversos medios, Álvaro Llamas desempolva el baúl de la literatura radical para mostrarnos, en su ópera prima, una seductora colección de haute couture al alcance de pocos diseñadores de la palabra. Frases redondas («yo me había encomendado a la eventualidad, ya viniese en forma de mecenas, de novio, de golpe de suerte o de infortunio»), reflexiones punzantes («no conseguía construir una agenda de contactos con los que supiese que se iba a sentir cómodo ya no solo después de follar, sino durante») y lucidez a espuertas («encontraba que últimamente la mayoría de los gais se había esforzado -en buena parte por complejo- en ostentar las esencias de lo masculino, hasta un punto en que habían pasado de víctimas a victimarios, al menos dentro de lo que entendemos por «colectivo»» ). Los tres vectores se combinan en una elegante polifonía de voces que acaban dimensionando una nueva acepción del monólogo para bordar, ribeteada de erudición y murria, la novela de un encierro inviable. Con una intensidad tan proteica y cercana que parece remedar el concepto de escritura peligrosa de Tom Spanbauer para parir el de lectura comprometida (aquella en la que el lector va a recorrer un texto que radiografiará su andamiada emocional con tanta precisión que no va a saber si lo que sostiene en sus manos es un libro o un espejo), el escritor andaluz firma una odisea conversacional aprovisionándose de los arrestos necesarios para pasar de lanzarnos reflexiones sobre Ravel o Flaubert a esbozar comentarios flameantes sobre La Habitación Roja a vuelta de párrafo.
Con «Esos días a finales de aquel año» sucede una cosa similar a lo que se desprende tras la lectura de «The kingdom of sand» (Jonathan Cape, 2022) de Andrew Holleran. Parece que no ocurra nada, que vayan desfilando los minutos acompañando a su narrador y, de repente, llega un determinado momento en el que percibes que está pasando todo. Y asistes -atónito- a cómo va trenzándose (a medida que transcurren las páginas) un singular gobelino que colocarías sin dudarlo en un lugar destacado de tu salón ideal. Para no perderlo de vista. Porque tras el constante coqueteo con la pedantería del protagonista (más cercano a una melancólica lucidez y a una incesante sed cultural que a un hueco aparentar) y ese fin de año con amigos y amigas que apunta a nuestra memoria, Álvaro Llamas se coloca el foulard de Hanna Arendt y nos recuerda que nuestro pasado no lleva hacia atrás sino que nos impulsa hacia adelante. Y es el futuro el que puede arrastrarnos al pasado. Una disertación vital que no vas a encontrar en ningún manual de autoayuda pero que se convierte en urdimbre brillante en los buenos escritores y las grandes narradoras. Los y las que moldean la definición del tiempo.
Y por si los quilates de su calidad narrativa no fueran pocos, la estructura de «Esos días a finales de aquel año» se empapa de originalidad y coloca en mitad de la novela un interludio fascinante («Notas para una fantasmología del encierro») en el que desfilan -a modo de retahíla filosófica y documental- las reflexiones y anotaciones para una posible novela sobre el retiro. 20000 leguas de viaje submarino a las entrañas de la gestación de una obra literaria. Uno de los inquilinos de Caivan (club poético que Álvaro fundó con sus amigos en la adolescencia) ha encontrado su voz. Menos nebulosa que la de Thom Yorke. Igual de deslumbrante. Todo. Yo. Nada. Not me. Not here.
Descargo de responsabilidad: «Esos días a finales de aquel año» se publicó a finales de noviembre de 2022. Justo cuando en Un Cuarto Oscuro ya estábamos redactando las listas de los mejores libros del año. No pudimos leerlo hasta 2023. En nuestro excel de «Cómo hacer el ridículo (concierto para piano y orquesta)» siempre aparecerá el no haberlo incluido en ellas.
ESOS DÍAS A FINALES DE AQUEL AÑO de Álvaro Llamas. Año de publicación: 2022. Editorial: Niños Gratis. 284 páginas. ISBN: 978-84-949333-8-7
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