Te veo a la 1 en el Jardín de San Fernando.
Podría ser la cita para un encuentro entre dos amantes. Para la entrega de droga. O hasta un traspaso de secretos de Estado entre espías. Pero no, lo que se intercambia no reviste peligro –o quizá sí, eso depende– y se trata de libros. Libros jotos, raros, prohibidos en su tiempo, y que hoy pasan de mano en mano.
Con un sombrero negro y un bolso grande colgado a su espalda aparece Cristóbal, el misterioso dueño de Librería 41, un proyecto en Instagram que nació en 2022 y que se dedica a traficar libros LGBTIQ+ escritos en México, Latinoamérica y en cualquier parte del mundo. Él, como un dealer, recomienda obras, restaura viejos tomos y los vende, los esparce para que sigan creciendo.
Esta es su historia.
Cristóbal está sentado en un café en la Zona Rosa de Ciudad de México. Toma un jugo y espera. Cuenta que en 2011 empezó a trabajar en la calle de Donceles en el centro de la ciudad. “La calle más importante de librerías de viejo”, explica. Tres años y medio estuvo ahí.
A Donceles llegó caminando por el Centro Histórico, uno de sus lugares favoritos porque nunca se termina de conocer. A esa librería llegó porque se perdió y justo halló un letrero en busca de personal en un establecimiento de libros usados; postuló y quedó.
Estaba estudiando historia en la UNAM, y como nadie quería acomodar esa sección en la librería, él se dedicó a ordenar un sinfín de libros que explicaban el camino de México.
Cristóbal dice que el primer libro que recuerda que lo marcó fue «La vida de Lazarillo de Tormes». Tenía 9 años. Su madre, maestra, tenía una selección de libros que él tomaba por curioso; en la primaria también tenía una maestra que lo motivaba a leer. Esas dos mujeres fueron clave. ‘Los libros son muy mágicos, y un día te vas a dar cuenta de eso’, le dijo la profesora.
«Ser librero es una palabra muy fuerte, de persona muy profesional. Hay mucha gente que vende libros, pero solo son vendelibros. La gente que he conocido y que reconozco como libreros son esas personas que son estudiosos de lo que venden, lo que compran, lo que la gente busca y tratan de compartir su conocimiento»
En la preparatoria, con sus ahorros, empezó a comprar libros de la editorial Tomo, que no costaban más de 20 pesos y se podían encontrar en el metro.
Pero a la literatura cuir llega porque una profesora le dio una lista de lecturas recomendadas a los 16 años. Y ahí, oculto, casi por casualidad, fue que encontró un texto LGBT. «Carmilla», una novela vampírica de Sheridan Le Fanu. «Teleny» de Oscar Wilde era otro. «La religiosa», de Denis Diderot, un romance lésbico en un convento, también.
Era justo cuando Cristóbal estaba explorando su identidad de género. Y leer de mujeres que amaban a otras mujeres fue una fascinación, el no sentir que estás solo, dice hoy orgullosamente como trans masculino.
El oficio de librero le gusta mucho, dice que ha aprendido tanto y que nunca quiso encontrar un trabajo en una librería de textos nuevos. “Se me hace algo más automático, en las librerías de viejo siempre hay algo que te sorprende, una edición de la que todos hablan, pero que nadie ha visto”, relata.
Y mientras estaba trabajando en una librería de la colonia Roma, empezó a crear su propio negocio en paralelo, primero vendiéndole libros a los historiadores, sobre todo de cultura e historia de la vida privada del siglo XIX, negocio que todavía mantiene. Esos los mueve en Facebook, donde las comunidades de compra y venta abundan.
¿Cómo se abastece de textos únicos? No hay gran ciencia, dice. “A veces puedes encontrar libros donde menos te lo imaginas. No tengo proveedores, yo soy el dealer, soy quien va, busca y encuentra en las vueltas que me doy. Me he encontrado libros afuera del metro, en tianguis, en la Lagunilla, en librerías de viejo. Códices, libros muy raros y antiguos, muchos libros robados de acervos históricos importantes. Libros con marcas de fuego, forros en papiro”.
A pesar de que Librería 41 lleva más de un año en función, nace en marzo de 2022, hace muchos que ya lo había pensado. Se llama así por El baile de los 41 en el Porfiriato, y por el bailarín misterioso que era el yerno de Porfirio Díaz.
De cómo partió este proyecto, dice que antes de ser dealer, es lector y coleccionista. “Y todo comenzó porque no encontraba los libros que quería leer. Muchos de los libros de esta temática ya no se volvieron a editar. Puede ser por censura, por el capital, que a muchos no les dieron importancia, no tuvieron mucho auge y a otros no les interesaba difundir el tema”.
Por lo mismo, a veces debe debatirse emocionalmente entre qué vende y qué no. Tiene 300 ejemplares en su biblioteca personal que no los vende “casi por ningún motivo”. Sobre todo, las ediciones más raras que sabe que no va a volver encontrar nunca jamás. Entonces, ahora en nuestra cita, saca de su bolsa libros y libros que son suyos y de nadie más.
Ahí los ordena en la mesa. «Alas» de Mijail Kuzmin; el emblema «La estatua de sal» de Salvador Novo; «Sirena selena vestida de Pena» de Mayra Santos-Febres; «La novela mexicana entre el Petróleo, la Homosexualidad y la Política» de Luis Mario Schneider; «El diario de José Toledo» de Miguel Barbachano Ponce; evidentemente, una de las varias ediciones inéditas que tiene de «El vampiro de la colonia Roma» del gran Luis Zapata; «41 o El muchacho que soñaba en fantasmas» de Paolo Po; «La religiosa» de Denis Diderot, entre otros.
La mayoría son de 1960 a 1980. “Tiene que ver con que varios editores o dueños de imprentas accedieron a publicarlos en esa época, lo mismo que en periódicos que dan espacio para publicar fragmentos de libros. Muchos eran amigos de editores o periodistas, pero muchas veces solo fue solo un tiraje y nunca más salió. Tengo muy presente los libros que me faltan, o los que me han solicitado muy específicamente, y esos los busco siempre”, cuenta.
A veces por razones académicas no tiene todo el tiempo del mundo que quisiera para buscar y vender más libros. Ahora estudia en la Escuela de Artesanía, pero no va a dejar ser librero.
“Ser librero es una palabra muy fuerte, de persona muy profesional. Hay mucha gente que vende libros, pero solo son vendelibros. La gente que he conocido y que reconozco como libreros son esas personas que son estudiosos de lo que venden, lo que compran, lo que la gente busca y tratan de compartir su conocimiento”.
Un posible enemigo de su actividad son los libros digitales: “es un fenómeno interesante, mucha gente dice que lo digital va a desplazar al papel. La verdad no creo que eso llegue a suceder. Los libros digitales son muy prácticos, te puedes ahorrar espacio y dinero, pero hay mucha gente, mucha, que sigue buscando libros físicos. Es como cuando dicen que ya no hay lectores, pero la verdad es que hay muchísima gente que sigue comprando libros”.
También reconoce que no le encantan los libros LGBT contemporáneos. “No me gustan tanto las historias, aunque sí me he sentado a ver qué se está escribiendo. Y muchas son historias de amor, pero más ‘sano’, en libertad. No como los clásicos, que todo era oculto, clandestino. Sí me gusta mucho que se toque el tema ahora también para infancias, por ejemplo”.
Y la pregunta que más le costó responder fue esta: ¿cuál es tu libro favorito?
“Uy, qué difícil, complicado. «El vampiro de la colonia roma», diría, porque la historia te transporta a una Ciudad de México que ya no existe, que solo se puede conocer a través de la evocación literaria. A veces andas por Zona Rosa y dices ‘este es el lugar’ que dice Luis Zapata. Me trae muchos recuerdos de mi adolescencia conociendo estos lugares. Se me hace un libro muy bonito, la manera que está escrito, todo lo que hay alrededor del escritor, Luis Zapata como persona, todas estas referencias por el cine, en lo mexicano. Me encanta. Tengo como 10 versiones diferentes de ese libro, incluyendo obviamente la primera primerísima edición”.
“Pocas veces se me ha ocurrido tener un lugar físico para vender mis libros, porque de manera virtual me va bien, no me puedo quejar. No lo he considerado, hasta el momento no ha sido necesario. Tal vez después, si lo junto con otro proyecto, quizá sí”, dice antes de terminar la conversación, tomar su bolso y seguir su camino, mirando siempre en todos lados, por si encuentra un nuevo tesoro en algún tianguis, en un puesto clandestino, por ahí o por allá.
- Librería 41 | Instagram
- Foto de cabecera: Nico Durante