Por mucho que nos desvivamos intentando remediarlo, todavía no hemos avanzado lo suficiente para que el mercado editorial trate en igualdad de condiciones a escritores y escritoras. Aunque afirmaciones como la que acabamos de escribir son injustas por mucho que su purulenta verdad domine el panorama literario. Siendo así de taxativos – y abonándonos a la generalización- se desdibuja la ingente tarea de pequeñas editoriales y compañías independientes que se vuelcan con las obras literarias de autoras cuya aportación creativa merece toda la atención posible. Mucho más, si eres mujer y no escribes desde los puntos neurálgicos del negocio libresco. Estos menudos «grandes» sellos luchan a diario para subsanar un olvido desgarrador.
En Un Cuarto Oscuro queremos unirnos a la lucha contra la desmemoria y hemos seleccionado cinco novelas concebidas o situadas en Taiwán, Quebec, Estados Unidos, Nigeria y Guinea Ecuatorial, y escritas por mujeres. Cinco obras cuyas miradas (trans, lesbianas y/o queer) apuntan directamente a la excelencia y a la gestación de nuevas formas de entenderse amasando géneros, identidades y afectos. Ojalá las hayas disfrutado o estés a punto de hacerlo porque te haya picado la curiosidad. Creemos que no te vas a arrepentir.
«Apuntes de un cocodrilo» de Qiu Miaojin (1994)
(Gallo Nero, 2020) Traducción de Belén Cuadra
Publicada en 1994, «Apuntes de un cocodrilo» es una obra visionaria. Un pedazo de futuro escrito y ambientado en el Taipéi de finales de los ochenta del siglo pasado que vio cómo se finiquitaba la ley marcial en Taiwán y comenzó una apertura social en la que gays y lesbianas coparon el centro de atención de unos medios de comunicación empeñados en desentrañar los esbozos íntimos de esa «gente rara» que provocaba miedo, incomprensión, curiosidad y admiración a partes iguales. La única novela publicada en vida de Qiu Miaojin (Changhua County, Taiwán, 1969 – París, 1995) que se suicidaría en París un año después tras dejar lista «Cartas póstumas desde Montmartre» (Gallo Nero, 2018) es una auténtica joya cuyo valor literario ha trascendido el prematuro final de su autora y se ha elevado por encima del magnetismo que le otorga ser un libro de culto (que lo es). No solo porque en su interior se forjan todos los debates que décadas después han focalizado el interés de la comunidad LGTBIQ+ y que pivotan alrededor del género y la identidad. Sino porque «Apuntes de un cocodrilo» es una historia queer avant la lettre en la que, huyendo de etiquetas, unos personajes inolvidables se revuelven contra la misoginia, la homofobia, la normatividad, el patriarcado y el capitalismo.
Lazi (desde la publicación de este libro, así se denomina en jerga china a las lesbianas) es una joven universitaria que se enamora de su compañera de clase Shuiling: «sus ojos sostenían el puente que me unía al mundo. El pecado y el abandono estampados con caracteres rojos; deseos de mar». Sus apuntes (ocho en total) se entrelazan combinando prosa fragmentaria, aforismos y reflexiones punzantes -tristes pero amamantando la alegría- que dan cabida a un protagonista, el cocodrilo, que hubiese hecho las delicias de Kobo Abe. Escritor que, junto a Haruki Murakami o Yukio Mishima, encabeza una larga ristra de impagables referencias pop salpicadas durante toda la lectura.
Los cocodrilos son personajes que se visten con trajes humanos cuando bajan a la calle y que, involuntariamente, se convierten en carne de mass media: «cuando regresaba a casa después del trabajo, el cocodrilo se quitaba el disfraz de persona, sudado y pegajoso. No se atrevía ir a ningún lado, por lo que se pasaba el tiempo escondido». Alegoría brutal que la autora diseña para simbolizar el cuerpo queer. Casi treinta años después de la muerte de Miaojin muchos cocodrilos permanecen agazapados y constreñidos en sus coordenadas geográficas y sociales. Pero otros muchos dejaron de esconderse y vieron en esta novela inmensa la brújula que marcó el norte de su supervivencia.
«Sed» de Marie-Claire Blais (1995)
«(Penguin Random House, 2021) Traducción de Lydia Vázquez Jiménez»
Margaret Atwood leyó por primera vez a Marie-Claire Blais (Quebec, 1939 – Key West, Florida, 2021) a los 19 años y ya sintió que llegaba tarde. Aunque las dos nacieron el mismo año, Margaret no pudo evitar pensar tras leer «La hermosa bestia» («La Belle Bête», 1959; Cedro, 1961), la primera novela de la autora quebequesa, que siempre iba a ser una escritora tardía. Y es que las capas que sacudió y estiró Marie-Claire Blais durante su ingente producción artística son de tal calado y aglutinan tanta modernidad que, la que durante mucho tiempo fue considerada por la crítica literaria como «la escritora para escritores», vio como al final de su vida recibía la atención y la admiración que siempre mereció fuera del círculo de entendidas y entendidos pero cuya barrera no pudo traspasar durante mucho tiempo.
«Sed», primera piedra de una decalogía que intenta atrapar la perplejidad y la confusión que supone estar vivo, es una novela coral. Una polifonía de perspectivas englobada en una prosa inasible (con infinidad de comas y apenas puntos) que nos arrastra como un vendaval y nos sitúa en una isla indeterminada del Golfo de México en la que, durante tres días de finales de diciembre de 1999, asistiremos a un desfile de personajes inolvidables (la abogada Renata conviviendo con su cáncer de pulmón en un hotel de lujo donde «todo parecía oscuro, ingobernable, cuando ella sabía que podía morir» o Jacques: el académico experto en Kafka enfermo de SIDA). Las singularidades de las varias decenas de protagonistas de «Sed» (drag queens, refugiados, personas autoconsumidas en su odio, niños ¿inocentes?…) se entrelazan con infinidad de referencias culturales (de Mozart a Virginia Woolf, de Dante a Emily Dickinson) en una bocanada de desorientación de la que Marie-Claire Blais extrae oro depurando la aleación precisa de memoria e imaginación para fundir arte, sexo y política en un lingote literario que conviene guardar -como el inmenso tesoro que es- para cuando vengan mal dadas.
«Nevada» de Imogen Binnie (2013)
(L’agulla daurada, 2023) Traducción al catalán de Bel Olid
La editorial L’Agulla Daurada acaba de publicar, en una magnífica traducción al catalán de Bel Olid, una de las novelas LGTBIQ+ más significativas de lo que llevamos de siglo. Tanto por su transcendencia y recorrido inagotable como por sus hallazgos creativos. «Nevada», publicada en 2013 por el desaparecido sello independiente Topside Press, es la primera gran obra protagonizada por una mujer trans que endereza su voz hacia las lectoras y lectores trans sin ahogarse en la búsqueda de la aceptación cisgénero (aunque es totalmente disfrutable y enriquecedora fuera de la comunidad transexual).
Ribeteada por su formación punk, que la acerca en su estilo a esa hilarante mezcla de diversión y puñaladas al estómago del sistema establecido que también (y tan bien) maneja su amigo Brontez Purnell, Imogen Binnie (Nueva Jersey, EE.UU.) firma un monumental tratado sobre la vida online y offline cimentado sobre las frustraciones, la alterabilidad de los compromisos y la certeza de que «el món ha deixat enrere la narrativa que diu que ser trans és una cosa que s’ha d’evitar a tota costa (…) Ara s’entén molt millor què significa ser trans: simplement ets trans / el mundo ha dejado atrás la narrativa que apunta que ser trans es una cosa que hay que evitar a toda costa (…) Ahora se entiende mucho mejor qué significa ser trans: simplemente eres trans».
Embarcarse con Maria Griffiths, la protagonista de «Nevada», en su viaje hacia el Oeste norteamericano a bordo de un coche obtenido de manera peculiar y en el que deja atrás a su pareja, a su trabajo en una librería de segunda mano y a sus desplazamientos en bicicleta por Nueva York, es una de las excursiones más gratificantes, vitales y recomendables que podemos emprender. Como apunta la multinstrumentista Judit K. en el prólogo de esta edición: «la necessitat de reconèixer-se en ficcions segueix sent molt viva / la necesidad de reconocerse en ficciones sigue estando muy viva». Imogen Binnie le puso el azogue al vidrio para convertirlo en espejo.
«Bajo las ramas de los udalas» de Chinelo Okparanta (2015)
(Baile del Sol, 2019) Traducción de Iballa López Hernández
1968. Segundo año de una cruenta guerra civil que erosiona la vida de millones de personas en Nigeria reduciéndolas a un agujero negro de hambruna y enfermedades. La joven Ijeoma pierde a su padre en un bombardeo y su madre planea trasladarse hasta la localidad donde viven los abuelos de la niña para criarla donde las batallas golpean con menor intensidad. Pero hasta que eso sea viable, Ijeoma vivirá en Nnewi con unos amigos de la familia. Allí va a enamorarse de otra chica desplazada: Amina. Y allí comienza un camino sin retorno a la madurez (física y mental) en un país en el que la homosexualidad está penada con la muerte y en el que como le subraya la madre: «con un hombre a tu lado, la vida es difícil. Sin él, lo es aún más».
Desplegando un lirismo que revolotea sin llamar a la puerta de lo barroco y armando frases que aporrean sin piedad: «quizá en eso consistía la guerra: la muerte de las masas a cambio de la resurrección de una sola persona», Chinelo Okparanta (Port Harcourt, Nigeria, 1981) sedimentó todo su acervo creativo en «Bajo las ramas de los udalas». Una primera novela deslumbrante en la que la sombra de la tradición disipa los destellos de luz de la mirada de una joven a la que le atraen personas de su mismo sexo. En un país y en un tiempo en el que la abominación no solo desplegaba sus combates en el exterior sino que, disfrazada de religión, también libraba sus lances en las conciencias individuales. «La Biblia había comenzado a perder importancia a mis ojos, pues cada vez se me hacía más difícil, por no decir imposible, qué había querido decir Dios en realidad», recalca Ijeoma un instante antes de percibir en toda su extensión qué es eso de crecer.
«La bastarda» de Trifonia Melibea Obono (2016)
(Flores Raras, 2016)
En apenas siete capítulos desmadejados en 85 páginas, Trifonia Melibea Obono (Guinea Ecuatorial, 1982) ensambla en su segunda novela (tras «Herencia de bindendee», Ediciones del Auge, 2016) un hito sin precedentes en la literatura africana en español. «La bastarda» supone la conquista de la voz de una mujer fang exprimida (física y metafóricamente) por los hermetismos ancestrales de la tradición de una etnia y un país donde no existe ninguna palabra para referirse a las lesbianas (el vocablo para los gays es «hombre-mujer»). Acompañar a su protagonista, Okomo, en busca de un padre desconocido recorriendo su país y asistiendo a su primer encuentro homosexual es una de esas experiencias que perviven en la memoria gracias al brillante hilo narrativo que va tejiendo con valentía la autora africana.
«La bastarda» es también el ejemplo de cómo la creación literaria deviene el campo de juego idóneo para esbozar nuevas identidades. De hecho, su autora quita la venda a quienes proclaman que en el África subsahariana nunca ha existido la homosexualidad (masculina o femenina) y que si nos topamos con ella, allí, es porque la sociedad occidental inoculó ese vicio abominable en su deriva colonial.
Poblada de personajes llenos de vida y de matices (el tío Marcelo, su amiga Dina…) la novela corta de Trifonia Melibea Obono es una demostración de fuerza, destreza y garra feminista que atrapa y cautiva desde el inicio: «Bastarda yo, una mujer fang; bastarda yo, la hija de una soltera fang; bastarda yo, lesbiana». Una flor rara en el campo en barbecho de la brujería, la religión y la poligamia.